Panamá

Costas e islas
Las costas panameñas han experimentado, al menos, cuatro levantamientos y hundimientos que han venido acompañados de regresiones y transgresiones marinas, y generado el predominio de la costa de subducción o hundimiento, con amplios golfos, numerosas bahías, ensenadas, calas, caletas y muchas otras geoformas litorales.
En el mar Caribe destaca numéricamente el archipiélago Bocas de Toro, cerca de la frontera costarricense, al que siguen en importancia el archipiélago de Las Mulatas o de San Blas, frente a la costa nororiental, y la isla Manzanillo, en Bahía Limón. En el océano Pacífico, el mayor archipiélago es el de Las Perlas, con la isla Coiba, de 493 km2 y la más extensa del país; la isla del Rey, la isla Chepillo, frente a la desembocadura del río Bayano, las islas Taboga y Taboguilla, y la isla Cébaco, entre otras. La costa del mar Caribe tiene una longitud de 1.287 km, en tanto que la del Océano Pacífico, es de 1.700 km.
Las principales islas panameñas, citadas de mayor a menor extensión, son:
– Coiba (493 km2; Veraguas).
– Del Rey (234 km2; Panamá).
– Cébaco (80 km2; Veraguas).
– Colón (61 km2; Bocas del Toro).
– Popa (53 km2; Bocas del Toro).
– Bastimentos (51 km2; Bocas del Toro).
– San José (44 km2; Panamá).
– Cristóbal (37 km2; Bocas del Toro).
– Boca Brava (28 km2; Chiriquí).
– Jicarón (20 km2; Veraguas).
– Parida (15 km2; Chiriquí).
Clima
Uno de los aspectos básicos en la definición del clima panameño es la orografía, que no sólo afecta al régimen térmico como productora de una disminución de la temperatura del aire (directamente relacionada con la altura), sino que afecta a la circulación atmosférica de la región y modifica el régimen pluviométrico general. Por otra parte, las grandes masas oceánicas del Atlántico y Pacífico son las principales fuentes del alto contenido de humedad en el ambiente y, debido a lo angosto de la franja que separa estos océanos, el clima está determinado por una gran influencia marítima. El ciclón semipermanente del Atlántico también afecta sensiblemente a las condiciones climatológicas de Panamá, ya que desde este sistema se generan los vientos que en las capas bajas de la atmósfera llegan al país procedentes del noroeste. Por último, existe un tipo de perturbación meteorológica, asociada al anticiclón del Pacífico oriental, que afecta el clima y que para Panamá tiene particular importancia: la zona de convergencia intertropical, que se mueve siguiendo el desplazamiento del sol a través del año. Debido a este movimiento se presentan los dos máximos mensuales de precipitación, y en función suya es mayor o menor la duración del período seco en el país.
Según la clasificación por zonas climáticas de W. Köppen, Panamá se divide en las siguientes zonas climáticas:
Zona A. Comprende los climas tropicales lluviosos, donde la temperatura media mensual de todos los meses del año supera los 18 °C. En esta zona climática se desarrollan las plantas tropicales que necesitan mucho calor y humedad (es decir, son zonas de vegetación megaterma).
Zona B. Presenta climas templados lluviosos, en los cuales la temperatura media mensual más fría es menor de 18 °C pero mayor de 3 °C. La vegetación característica de esta zona climática necesita calor moderado y suficiente humedad, aunque generalmente no resiste los extremos térmicos o pluviométricos (son zonas de vegetación mesoterma). Todo el territorio panameño está fuera del alcance de los ciclones tropicales caribeños, las tormentas y otras perturbaciones atmosféricas son débiles.
El Istmo se encuentra dentro de un parámetro barométrico cuya oscilación es muy pequeña, de 5,08 mm a 10,16 mm. En términos generales, la presión atmosférica es baja: 759,4 mm. La temporada de lluvias o invierno se extiende durante ocho meses, entre mayo y diciembre, y la temporada seca o verano, es de enero a abril, aunque en la vertiente del Caribe a menudo llueve en el verano y en las zonas de sabana de la vertiente del Pacífico occidental la temporada seca se extiende a cuatro meses y aún a seis. Respecto al volumen de precipitaciones, tanto generales como puntales, y a los distintos tipos de lluvias (convectivas, orográficas y ciclónicas), destacan varios centros de grandes precipitaciones en la costa del Caribe: Golfo de Mosquitos y Portobelo. La zona de mayor regularidad y menor pluviosidad, inferior a 1.500 mm anuales, se extiende al E de la península de Azuero, en la costa del golfo de Parita. Por otro lado, el E de Colón, San Blas y Darién está comprendidos en la isoterma anual de 26,7 °C, mientras que el resto del país se encuentra en la isoterma anual de 24 °C. La vertiente atlántica presenta un promedio de 26,9 °C y la pacífica de 27,2 °C. Con todo ello, el clima en Panamá es siempre agradable, tropical durante el día y, por la noche, más bien fresco.
En la estación meteorológica de Tocúmen, cerca de la capital, los promedios mensuales de precipitación pluvial entre 1992 y 1996 indican que los meses más lluviosos fueron octubre (295 mm), seguido de mayo (256,3 mm), septiembre (255,5 mm) y noviembre (218 mm), y los más secos, febrero (4,8 mm), seguido de marzo (27 mm), enero (46 mm) y diciembre (81 mm). En el mismo quinquenio, los meses más calurosos fueron agosto (con 28,7 ºC), seguido por mayo (con 28,6 ºC) y abril (28,3 ºC). El promedio de los meses restantes se mantuvo entre 26 y 27 ºC.
Hidrografía
Gracias al régimen de lluvias, el agua es uno de los grandes recursos con que cuenta Panamá. Alrededor de 150 ríos desaguan al Caribe (océano Atlántico, cuya vertiente ocupa el 30% del territorio nacional), los mayores de los cuales son el Changuinola, Tabasará, Indio, Teribe y Chagres. Históricamente, el Chagres ha sido el río más importante de Panamá: es navegable entre la boca del río en el Caribe y el atracadero fluvial de Cruces, a sólo 30 km de la capital, y gracias a su situación en medio del Istmo posibilitó la viabilidad del mismo como pasaje vital del imperio español. Luego, al construirse el ferrocarril transístmico se siguió su ribera y se aprovecharon las escalas (ahora estaciones del tren) que habían surgido durante el período colonial. Fue la cuenca hidrográfica del río Chagres el factor clave en la elección del Istmo para la construcción del Canal, tanto por los franceses como por los norteamericanos. De sus aguas se abastecen las esclusas y los lagos que posibilitan los tránsitos a través del mismo. En la vertiente del Pacífico (70% del territorio nacional) desembocan unos 350 ríos, los más importantes de los cuales son el Chucunaque, Tuira y Bayano, todos al E del Istmo entre las provincias de Panamá y Darién. La longitud media de estos ríos es de 106 km, con una pendiente media del 2,27%, mientras que la de los ríos atlánticos es de 56 km y su pendiente media está en el 2,5%.
Los ríos panameños con mayor longitud son:
– Chucunaque (231 km; Darién).
– Tuira (230 km; Darién).
– Bayano (206 km; Panamá).
– Santa María (173 km; Veraguas-Herrera-Coclé).
– Balsas (152 km; Darién).
– Chiriquí Viejo (128 km; Chiriquí).
– San Pablo (126 km; Veraguas).
– Chagres (125 km; Panamá-Colón).
– La Villa (119 km; Herrera-Los Santos).
– Changuinola (118 km; Bocas de Toro).
– Cobre (111 km; Veraguas).
– Tabasará (109 km; Chiriquí-Veraguas).
– Chiriquí (108 km; Chiriquí)
– Grande (97 km; Coclé)
– Teribe (96 km; Bocas de Toro).
– Chico (76 km; Coclé-Veraguas).
– Ciri-Grande (51 km; Panamá).
Panamá tiene poc0s lagos o lagunas naturales. Sin embargo, cuenta con varios lagos artificiales creados durante el siglo XX, primero para la administración de las aguas del Canal, como el Gatún y el Alajuela, y luego, a partir de la década de los setenta, para formar represas hidroeléctricas, como La Yeguada, Fortuna y Bayano. El primero y más importante de los lagos que se hicieron en el Canal fue el de Gatún. Este lago fue formado por una represa de tierra aprovechando el cauce del río Chagres a un costado de las esclusas de Gatún. Cuando se abrió esta represa, en agosto de 1914, se inundó la gran zanja abierta por el hombre para hacer el Canal de Panamá, llenando el Corte Culebra y las esclusas. Las dos secciones de la represa y el vertedero tienen una longitud conjunta de cerca de 2.400 m. La represa tiene casi 800 m de ancho en la base, siendo progresivamente más angosta hacia la cumbre, donde mide 30,5 m de ancho, con una altura de 32 m sobre el nivel del mar y 6 m sobre el nivel del lago Gatún. En el lago Gatún, las naves recorren cerca de 44 km desde las esclusas de Gatún hasta el extremo septentrional del Corte Culebra.
Los lagos más extensos son:
– Gatún (423,15 km2; Colón-Panamá).
– Bayano (148, 43 km2; Panamá).
– Alajuela (57 km2; Colón-Panamá).
– Damaní (1,76 km2; Bocas del Toro).
– La Yeguada (1,12 km2; Veraguas).
– Fortuna (1,03 km2; Chiriquí).
Vegetación
Hasta hace pocas décadas, gran parte del territorio panameño estaba cubierto de selvas espesas con una impresionante variedad de especies arbóreas (y varias especies de árboles de gran altura, algunos superiores a los 30 metros) y una variedad extraordinaria de insectos, aves, reptiles y mamíferos. Sus costas son particularmente ricas en peces y mariscos. Para la construcción del Canal muchos científicos norteamericanos viajaron al Istmo con el fin de estudiar el impacto ecológico que ocasionaría su apertura en la flora y la fauna de Panamá, dado que se formarían dos grandes lagos artificiales (el Alajuela y el Gatún, por mucho tiempo el lago artificial más grande del mundo) y muchos hábitats se verían perturbados. Tras la construcción del Canal, la Zona del Canal se convirtió de hecho, en territorio de experimentación biológica y se introdujeron en el país numerosas especies nuevas, sobre todo de la flora tropical. Con la inundación de las aguas, los animales buscaron refugio en las tierras altas, sobre todo en Barro Colorado, en la zona central del Canal, que se convirtió en un verdadero paraíso para los naturalistas. Poco más tarde se estableció en Panamá el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, que desde entonces ha estado realizado investigaciones de todo tipo relacionadas con la naturaleza en el trópico. Fue en Panamá donde en años recientes se inventó la gran grúa para el estudio del domo de los árboles de gran altura en el trópico lluvioso.
En las tierras bajas de sabanas que se extienden en la vertiente del Pacífico, se forman numerosos meandros y fértiles tierras aluviales que han atraído la ocupación humana, primero durante la prehistoria y luego a partir del período colonial. En la prehistoria fueron éstas las tierras de más temprana ocupación, y en el momento del Descubrimiento era en las zonas sabaneras de Coclé, Herrera, Veragua y Los Santos donde se había desarrollado la cultura prehispánica más avanzada del Istmo. Las tradiciones ganaderas implantadas por los colonos españoles encontraron pronto en las sabanas el espacio ideal para su desarrollo económico, que se hallaba asociado sobre todo a la crianza de ganado vacuno, creando así patrones de usos del suelo que tienen en la actualidad plena vigencia.
Estudios paleobotánicos indican que en Darién gran parte de las tierras que estuvieron cubiertas por una selva tupida hasta mediados del siglo XX, habían sido en realidad espacios abiertos que el hombre había despejado antes del Descubrimiento. Con el abandono de esa zona y el desplazamiento de la colonización hacia occidente, la selva volvió a recuperar terreno. Pero en el siglo actual, colonos panameños de la zona de Azuero, aplicando su tradicional sistema de roza, con la quema del monte para crear espacios de sabanas ganaderas, han hecho desaparecer nuevamente gran parte de esos bosques. Hasta hace pocas décadas, la selva era percibida por el panameño como un obstáculo al desarrollo y, siguiendo el sistema de creencias heredado de la cultura colonial, se aceptaba la roturación de los bosques mediante su destrucción por el fuego como una solución natural y lógica para la expansión económica de la campiña. Esta actitud no ha cambiado entre los campesinos, pero la población urbana y los gobiernos de los últimos tiempos han adoptado una postura bastante diferente respecto a la selva y los métodos de crianzas y cultivos.
 
Demografía
Características de la población
La sociedad panameña está constituida por una amplia y densa gama de grupos étnicos que han ido agregándose desde los tiempos del Descubrimiento, impregnando de especificidades muy peculiares la idiosincrasia nacional. El resultado de esta amalgama es una sociedad no sólo multirracial, sino también pluricultural. Algunos de estos grupos se han agregado en el tiempo en sucesivas oleadas migratorias, mezclándose y asimilándose a la corriente, por así decir, nuclear de la sociedad. Se han mestizado biológica y culturalmente, creando la capa más densa y espesa, y de hecho la más dominante de la colectividad panameña. Es este grupo numéricamente mayoritario el que tiene la mayor fuerza homogeneizadora. Pero otros grupos étnicos han preferido evitar las mezclas, o se han mezclado poco, conservando en gran medida sus patrones culturales heredados. Son minorías de poco peso numérico pero de estimable importancia social y económica, como los hebreos (con la excepción de los de ascendencia sefardita, que llegaron en el último cuarto del XIX y se han asimilado más), los griegos, los indostanes y los chinos. Se trata, por lo tanto, de una sociedad no homogénea y fragmentada en varios segmentos de identidad cultural que dificultan su vertebración o articulación. Esta diversidad cultural la deja expuesta y vulnerable a influencias externas. Es, por tanto, fácil presa de crisis de identidad, la última de las cuales fue la experimentada tras la invasión norteamericana de 1989, cuando la intelectualidad panameña volvió a desempolvar el tema recurrente de la identidad nacional.
Durante el período colonial, la dinámica miscegenadora se nutrió de tres componentes étnicos básicos: la población indígena, la negra de origen africano y la europea occidental, mayoritariamente española. A partir de mediados del XIX, a estos tres grupos básicos se sumaron cantidades importantes de chinos, indostánicos, negros afroantillanos, europeos de todas partes, judíos sefarditas y emigrantes de Norte, Centro y Sudamérica. En el XX, las obras del Canal atrajeron cantidades aún mayores de afroantillanos, europeos (sobre todo españoles, italianos y griegos), norteamericanos e hispanoamericanos. Mas tarde, atraídos por la oportunidades que ofrece Panamá para los negocios y otras actividades, se agregaron nuevas oleadas de emigrantes tradicionales, sumándose hebreos de diferentes regiones de Occidente, nuevas oleadas de indostánicos y chinos, y en las últimas décadas también japoneses y muchos hispanoamericanos que, o bien buscan mejorar su calidad de vida, o bien huyen de la persecución política o del clima de inseguridad que se padece en sus países. Se han creado así verdaderos guetos de chinos, indostánicos, barbadienses, jamaicanos y judíos. Esta visión, tal vez demasiado simplificada, debe sin embargo ser matizada, ya que cada grupo migratorio o étnico tiene una historia específica:
Grupos indígenas
Seriamente disminuido tras la conquista, ya en el último tercio del XVI sólo representaba cerca del 9% del total de la población de la zona colonizada. A mediados del siglo, casi la cuarta parte de los indios censados eran extranjeros, procedentes sobre todo de Costa Rica y Nicaragua. En la actualidad, la población indígena representa aún menos: el 8,3%. La gran mayoría se localizan en áreas marginales y fronterizas, como los cuna, los emberá o wuanana (o wounaan), los chocóe, los ngöbe-buglé, los bokotá, los bri-bri, los teribe y otros. Después de Guatemala, Panamá es el país con mayor población indígena de Centroamérica. Su impronta cultural se advierte no sólo en la herencia genética, sino también en la toponimia, la gastronomía y diversos aspectos de la cultura material y actitudes mentales derivadas del remoto pasado prehispánico.
Los cuna penetraron en el istmo de Panamá procedentes de la actual Colombia en una fecha no determinada, y ocuparon la región oriental sin encontrar resistencia, ya que eran territorios despoblados en los que había desaparecido la población indígena preexistente (los cueva), tras la conquista y el desplazamiento de la colonización española hacia el oeste. Los cuna (o kuna) se resistieron tenazmente a la colonización española desde que empezaron a atacar la frontera a partir de 1611. Firmaron repetidas treguas y aceptaron durante algún tiempo la catequización, pero lograron mantener su independencia hasta el final del período colonial, a pesar del proyecto existente que se trató de implantar a finales del XVIII, consistente en aniquilarlos a sangre y fuego si no se sometían a la obediencia peninsular. Tras la separación de España, los cuna gozaron durante generaciones de total libertad e independencia, y no fue hasta comienzos de la República, en el siglo XX, cuando se hicieron esfuerzos por someterlos a las reglas de la civilización. Se encuentran localizados en la región insular y costera del archipiélago de San Blas, así como en la región de pluviselvas del río Bayano; en la comarca de Madugandí, situada en el distrito de Chepo (provincia de Panamá), en el curso alto del río Chucunaque y los afluentes del río Tuira. El grupo cuna arrojó, según el censo de 1990, un total de miembros de 47.298 personas, que representaban el 24,4% de la población indígena del país. El 33,2% de la población cuna de 10 años o más era analfabeto, y la media de edad se situó en los 20 años. Una gran cantidad de indios cuna residen en la capital, ya sea para seguir estudios o por razones de trabajo, y son muchos los que trabajan en el área del Canal en empleos de baja calificación. El cuna es el grupo indígena mejor organizado de Panamá y uno de los mejor organizados de todo el continente, del tal manera que llevan muchas veces el liderazgo en los congresos indígenas internacionales. Bautizaron su tierra como Kuna Yala y al continente americano como Abia Yala, y así lo denominan los indígenas de otras partes de América. En 1938 se estableció la Comarca Indígena de San Blas, y en 1997 se creó la Comarca Indígena de Madugandí.
El grupo Emberá o waunana, antes denominado chocó, llegó al Darién, en Panamá, muy avanzado el XVII y procedente de lo que hoy es Colombia. Enemigos tradicionales de los cuna, se aliaron a los españoles para combatirlos. Se encuentran concentrados en las márgenes de los ríos de la región y la Comarca Emberá-Wuanana, creada en 1997. Su cultura es típica de pluviselva, con economía de subsistencia y faenas secundarias de caza y pesca. Los emberá representan el 7,6% (14.659) de la población indígena panameña, conforme al censo de 1990. El 42,6% era analfabeto y su edad media se encontraba en torno a los 16 años. Los waunana, en cambio, sumaban 2.065 individuos en 1990 y representaban el 1,3% de la población indígena. El 43,6% era analfabeto y la edad media era de 15 años.
Ngöbe-buglé, anteriormente denominados guaymí y se encuentran localizados principalmente en tres provincias: Veraguas, Bocas del Toro y Chiriquí. El censo de 1990 arrojó un total de 123.626 personas, con el 63.6% del total de la población indígena, lo que les convierte en el grupo indígena mayoritario; el 49,5% eran analfabetos y la edad media se determinó en 15 años. En respuesta a las reclamaciones de este grupo, en 1997 se creó la Comarca Ngöbe-Buglé.
El grupo Bokotá fue identificado por primera vez en 1927 y viven al oriente de la provincia de Bocas del Toro y en las regiones vecinas del noroeste de la provincia de Veraguas. En 1990 sumaban 3.784 individuos, que representaban el 2% del total de la población indígena del país. El 51,4% eran analfabetos y la edad media se determinó en 17 años.
El Teribe se encuentran a orillas del río Teribe y San Juan, en el corregimiento de Guabito, provincia de Bocas del Toro. Según el censo de 1990 sumaban 2.195 individuos y el 1,1% de la población indígena del país. El 26,7% eran analfabetos y su edad media fue establecida en 17 años.
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