Literatura.
Desde la llegada de los conquistadores europeos, y en su evolución en la corta historia del país, la literatura panameña ha sido una de las manifestaciones artísticas más importantes de la nación centroamericana. Su situación geográfica y el continuo trasiego de viajeros fueron las razones de este desarrollo literario, puesto que Panamá ha sido uno de los territorios americanos en los que más contacto hubo con la cultura de otros lugares, cercanos y remotos.
Literatura panameña durante el período colonial
La literatura panameña está significativamente marcada por la condición de Panamá como país de tránsito. Durante la Colonia, el Istmo fue punto de partida para las expediciones de la conquista española hacia Centro y Sudamérica; este tráfago constante de hombres y riquezas impide que la vida cultural tenga la vitalidad que se observa en los grandes centros urbanos coloniales de vida sedentaria. Los peninsulares escriben literatura en Panamá, pero ésta es calco o transplante de las letras de la metrópoli y todavía no expresa la personalidad nacional del Istmo, solamente es constancia de la incipiente actividad cultural que se desarrolla en suelo panameño.
Los primeros escritores nacidos en territorio istmeño corresponden al período neoclásico (s. XVIII); entre ellos, se destaca Víctor de la Guardia y Ayala (1772 -1824), nacido en el pueblo de Penonomé (Coclé). Su obra es una tragedia en verso, en tres actos, intitulada La política del mundo, en la que se critica a Napoleón por la invasión a España.
El Siglo XIX es el escenario histórico de la independencia de Panamá respecto a España, y su participación en el proyecto político bolivariano de La Gran Colombia. Durante este periodo, la actividad literaria que se desarrolla en Panamá se incrementa por la necesaria difusión de las ideas libertarias y por las relaciones culturales que son favorecidas por el momento histórico que vive todo el continente. Aunque no encontramos una actividad literaria de creación, la introducción de la imprenta, la aparición de los primeros periódicos, la intención historiográfica de Mariano Arosemena y los ensayos socio-políticos y filosóficos de Justo Arosemena son ejemplo de la vida cultural del momento.
En la segunda mitad del siglo XIX, durante la que se desarrolla el movimiento romántico en Hispanoamérica, aparecen las primeras voces poéticas de Panamá; entre ellas sobresalen la de Gil Colunge, quien escribió odas cívicas y patrióticas y la primera novela panameña, La virtud Triunfante.
Tomás Martín Feuillet se destaca por su personalidad típicamente romántica y por su poesía, a veces festiva y humorística; pero, sobre todo, llena de lirismo. Como muchos poetas románticos, canta con honda emoción al paisaje vernáculo en su poema «La flor del Espíritu Santo», y hace sátira y crítica social en composiciones como «¿Cuánto tienes?».
Otra figura importante de este período es Amelia Denis de Icaza, la primera mujer panameña que escribe versos. Su obra se distingue por los elementos sociales y patrióticos que la nutren. Su composición más sobresaliente, «Al Cerro Ancón», sintetiza el sentimiento panameño ante la ocupación norteamericana de la franja canalera.
El Modernismo, movimiento literario y artístico con el que América hispana define su personalidad literaria, se inicia nominalmente en 1896. Para entonces, la vida del Istmo refleja la convulsionada situación política, la precaria disposición cultural y económica que el tutelaje colombiano produce en el territorio. La escuela modernista, aunque tuvo seguidores destacados como Darío Herrera y Guillermo Andreve, no se desarrolló con la profundidad y despliegue que en los otros países hispanoamericanos.
El 3 de noviembre de 1903, con el advenimiento de la República, se inaugura un nuevo período en la vida cultural y literaria de Panamá. Los esfuerzos por fortalecer la educación pública y vivificar la vida cultural del país fueron notorios en los primeros años de vida independiente. Al mismo tiempo, América hispana, inflamada por el espíritu arielista promulgado por la famosa obra de Rodó, cuestionaba la gesta emancipadora de los panameños signada por la interesada intrusión norteamericana. Por otro lado, la tendencia literaria postmodernista, llena de sonoridades neorrománticas e intimistas, planteaba la pintura del paisaje local y las evocaciones emotivas del terruño. Asimismo, encontramos la tendencia mundonovista de exaltar los valores americanos y las raíces hispánicas de nuestra cultura. Todos estos serán los elementos fundamentales que conformarán los rasgos de la literatura panameña de los albores de la República.
La literatura de los primeros años del siglo XX es básicamente obra de los poetas y de algunos ensayistas. Aunque los poetas escriben la típica poesía neorromántica de temas íntimos y amorosos, se destaca la intención de definir la patria a través del paisaje, de atraparla en el recuerdo y en la emoción: «La patria es el recuerdo ..Pedazos de la vida». Entre los poetas de esta etapa sobresale Ricardo Miró, considerado el poeta nacional por excelencia, sobre todo por el poema «Patria», en el que define este concepto lejos de la proclama cívica o patriótica y lo llena de sentimientos y emociones. Presenta una variada temática en la que resaltan los motivos que aluden a la tradición hispánica como en «La leyenda del Pacífico», «Portobelo» y «A España», y aquellos que retratan el paisaje y la naturaleza del Istmo. Miró también escribió cuentos y novela (que permanecieron inéditas) y dirigió revistas literarias que cumplieron un importante papel difusor en su momento.
Otro poeta destacado de este período es Gaspar Octavio Hernández (1893-1918), su poesía aborda una variada temática que va desde la autodefinición a la poesía religiosa; desde la poesía intimista a la patriótica. Sus poemas más conocidos son «Canto a la Bandera», «Ego Sum», «La Cabeza de Vasco» y «Cristo y la mujer de Sichar».
Es digna de mención la poetisa María Olimpia de Obaldía, que es la representante panameña más importante de la pujante lírica femenina hispanoamericana de esta época. Canta a la naturaleza, a la vida conyugal, a la experiencia maternal y a los niños, con la delicadeza y exquisitez de una mujer educada y sensible.
Literatura tras el nacimiento de la República
La República recién inaugurada necesitaba de un soporte ideológico, de una literatura orientadora que permitiera acusar los perfiles de la nación. Proliferan los ensayos sobre economía, política, educación, historia y literatura; todos los problemas del país se auscultaban a través de la pluma de influyentes hombres públicos, cuyo pensamiento y acción guiaron los pasos iniciales del estado panameño. Entre los ensayistas sobresalientes se cuentan el tres veces presidente de la república, Belisario Porras (1856-1942), Eusebio A. Morales (1865-1929), Ricardo J. Alfaro, José Dolores Moscote (1879-1956) y Octavio Méndez Pereira, Rector fundador de la Universidad de Panamá.
Mediada la década de los veinte, una vez pasada la euforia ciudadana provocada por el nacimiento del estado nacional, los panameños han experimentado una polícroma invasión foránea y la imperativa presencia de los Estados Unidos de América en su territorio, como resultado de la construcción del canal interoceánico y de los tratados Hay-Bunau Varilla. La presencia extranjera crea la necesidad de afirmación cultural y de subrayar los aún débiles rasgos de la identidad nacional. Los rumbos de la literatura panameña se desvían un tanto de los que recorren los demás países de la región. La expresión literaria se vuelve nacionalista; se pintan con las mejores tonalidades los estereotipos del hombre y la mujer del campo, como imágenes representativas del ser nacional; se canta con orgullo al paisaje rural y a las costumbres vernáculas y, por otro lado, como lo hace Demetrio Korsi en «Visión de Panamá», se describe con ásperos tonos la ciudad transformada por la presencia de los extraños:
«Gringos, gringos, gringos…Negros, negros, negros…
Tiendas y almacenes, cien razas al sol,
Cholitas cuadradas y zafias mulatas
Llenan los zaguanes de prostitución.
Un coche decrépito pasa con turistas.
Soldados, marinos, que vienen y van,
Y, empantalonadas, las cabaretistas
Que aquí han descubierto la tierra de Adán.
Panamá la fácil, Panamá la abierta,
Panamá la de esa Avenida Central
Que es encrucijada, puente, puerto y puerta
Por donde debiera entrarse al Canal.
Movimiento. Tráfico. Todas las cantinas,
Todos los borrachos, todos los fox-trots,
Y todas las rumbas y todos los grajos
Y todos los gringos que nos manda Dios
Diez mil extranjeros y mil billeteras,…
Aguardiente, música…¡La guerra es fatal
Danzan los millones su danza macabra.
Gringos, negros, negros, gringos…Panamá!«.
Ésta es una época de transición, ya que, aunque la poética tradicional (mezcla de elementos románticos, modernistas y neoclásicos) era el paradigma literario, ya se advertían los cambios que preconizaban las escuelas de vanguardia. Al mismo tiempo están en vigencia autores que escriben con las fórmulas de la retórica tradicional y aquellos que experimentan novedosos elementos literarios. Entre los poetas más importantes de este periodo está Demetrio Korsi, el más innovador y original, quien incluye la temática urbana en sus poemas que se inscriben con la poética modernista, primero y, finalmente, con ribetes novedosos entre los que sobresalen el grito, la ironía, el vocablo popular y hasta ríspido, la economía sintáctica y los ritmos afro-panameños. Su obra poética incluye títulos como Los poemas extraños, Block y Cumbia. Los escritores que cultivaron la vertiente criollista y la temática campesina son los poetas Ana Isabel Illueca (1902- ), Moisés Castillo (1899-1974) y Santiago Anguizola (1898- ), y los narradores Gil Blas Tejeira, Ignacio de J. Valdés (1902- 1959)
Aunque las fronteras entre la llamada literatura tradicional y la literatura nueva o de vanguardia son muy imprecisas, se ha señalado el año de 1929 como el año del surgimiento de la corriente vanguardista en Panamá. Ya se habían sentido los aires de renovación en las aulas del Instituto Nacional, colegio de élite en donde se alentaba la creación artística de los jóvenes; sin embargo, es la publicación del poemario Onda, de Rogelio Sinán, el hecho que se considerará el hito histórico para señalar la aparición de la nueva literatura.
Toda una generación de jóvenes escritores se sumó a la conquista de la nueva poética con el dinamismo y el arrojo que reclamaban las nuevas formas, cada cual con la impronta de su estilo personal y con el desarrollo temático que mejor abordaba el espíritu libre de sus plumas.
Fue esta una corriente que expulsó la improvisación y la inspiración repentina para dar paso al estudio de las técnicas métricas, a la elaboración cuidadosa de la metafórica y la imaginería poéticas, a la profundización intelectual de los grandes problemas de nuestra cultura. La vigencia de estos escritores cubre las décadas del treinta hasta la del sesenta. El adalid del movimiento vanguardista fue, sin duda, Rogelio Sinán, quien cultivó con éxito todos los géneros literarios y, posteriormente, se convirtió en maestro y guía de las generaciones más recientes.
Sus poemarios Onda, Incendio, Semana Santa en la Niebla y Saloma sin Sal o mar representan un camino ascendente hacia una poesía pletórica de plasticidad, de gran originalidad imaginativa, de un elaborado sentido poético fundado en un arraigado y profundo conocimiento de la literatura y la cultura. Se distinguió también como dramaturgo con obras infantiles como La Cucarachita Mandinga, Chiquilinga y Lobo go home. También fue un innovador de la narrativa, con la incorporación de las fórmulas freudianas y pirandelianas a la estructura del relato, además del manejo del símbolo y del mito en la base de la fábula que fluctúa entre lo mágico y lo maravilloso. Sus dos novelas Plenilunio y La Isla Mágica representan fielmente sus aportes a este género. El cuento también es propicio para que exhiba sus habilidades y recursos de narrador. Sus relatos más conocidos son «La boina roja», «A la orilla de las estatuas maduras» y «Hechizo».
Entre los demás escritores de vanguardia se destacan un crecido número de poetas como los siguientes:
Roque Javier Laurenza (1910-1984), uno de los más elegantes y doctos representantes del movimiento. Su obra es breve, pulida y brillante. Fue también el más polémico del grupo.
Demetrio Herrera Sevillano, poeta autodidacto de procedencia popular y de dolorosa condición social y económica, escribe en el estilo ultraísta y en su obra logra brindarle a su visión del arrabal urbano y de los mundos de pobreza la dignidad de una poesía original, ágil, de gran calidad descriptiva y honda emoción, que invita a la solidaridad con los obreros y con los que padecen la inmerecida pobreza. Su obra representativa la constituyen los poemarios Kodak, La fiesta de San Cristóbal, Los poemas del pueblo, La canción del esclavo y Ventana.
Ricardo J. Bermúdez es considerado uno de los mejores exponentes de la poesía culta. Escribe en un lenguaje selecto y pulido, de armoniosas estructuras, pleno de trabajados recursos tropológicos. Su arte es a un mismo tiempo conceptual y emotivo. Su obra poética está recogida en los libros Poemas de Ausencia, Elegía a Adolfo Hitler, Adán liberado, Laurel de Cenizas, Cuando la Isla era doncella y Con la llave en el suelo.
Esther María Oses (1914-1990) es una de las más brillantes representantes de la lírica femenina de la vanguardia. Su poesía es transparente, llena de recursos sensoriales, pero también de su profunda preocupación social por la niñez, los preteridos y por el horror de la guerra, como puede constatarse en sus poemarios Poesía en limpio y Crece y camina.
Tobías Díaz Blaitry es uno de los poetas más conceptuales y filosóficos de nuestro parnaso, sin dejar de mostrarnos su honda conmoción emocional ante los eternos problemas humanos: el tiempo, la memoria del pasado, el amor, la soledad y la muerte. Con el paso del tiempo, su poesía se ha ido depurando para lograr la dorada simplicidad y sencillez de las cosas límpidas. Su obra comprende los poemarios La luna en la mano, Poemas del camino, Imágenes del tiempo, Poemas para el polvo y para el viento, Memorial de Arena y Pájaros de papel.
Stella Sierra (1919-1997), la más etérea voz femenina de su generación, concibe la poesía dentro de una estética pura, sin contaminaciones sociales; de ahí que sean el amor, la naturaleza y el goce de vivir los temas que informan su producción literaria. La sensualidad y la pasión, al par que un tenue misticismo, se combinan en una poesía burilada con esmero y arte. Sus poemarios Canciones de mar y luna, Sinfonía jubilosa y Libre y Cautiva exponen la calidad de su poesía.
Cumplida la misión renovadora del primer grupo de escritores de vanguardia, la literatura panameña de los años cincuenta y décadas siguientes marchará por derroteros similares a los de las literaturas de los otros países de Hispanoamérica. Nuevas tendencias nutren los quehaceres literarios vanguardistas: el superrealismo, el existencialismo, el compromiso y la preocupación por los problemas morales son marcas importantes en los modelos de este período. También la necesidad de esclarecer el lenguaje que será vehículo para comunicar ideologías, denuncias y proclamas revolucionarias. También es un período de búsqueda del substrato mágico, maravilloso y mítico de la realidad. En la literatura panameña florecen los talentos, una pléyade de jóvenes cultiva los distintos géneros literarios y emprende una laboriosa tarea para mantener las letras panameñas en un importante sitial dentro del desarrollo de las letras de habla española.
Los escritores sobresalientes de este numeroso grupo son:
Carlos Francisco Changmarín (1922- ), poeta, cuentista y novelista en cuya obra predominan los temas políticos y sociales. El compromiso ideológico impregna casi la totalidad de su producción en la que lo panameño se advierte en la naturaleza, el lenguaje y en la selección de los metros poéticos populares. Sus poemarios más destacados son Punto y llanto, Poemas corporales, Los versos del pueblo y Décimas para cantar. Como narrador, su tarjeta de presentación la conforman un volumen de cuentos titulado Faragual, escritos en la modalidad del realismo social, en los que denuncia la explotación y la miseria que padece el campesino, y las novelas El Guerrillero transparente y En este pueblo no matan a nadie.
Tristán Solarte, seudónimo de Guillermo Sánchez Borbón, (1924-) es uno de los poetas que abordan temas filosóficos y míticos con vigor, profundidad y una espontaneidad cargada de una enorme cultura y gran capacidad creadora. La muerte y la frontera del misterio y la realidad son los motivos preferidos de su obra, igual que el amor, la naturaleza y carácter del creador artístico. En poesía se destacan sus obras Voces y paisajes de vida y muerte, Evocaciones y Aproximación poética a la muerte. En la narrativa panameña son importantes sus novelas El Ahogado, obra donde el mito y la realidad crean una atmósfera de magia y misterio, y Confesiones de un magistrado.
Elsie Alvarado de Ricord, poetisa, ensayista y crítica literaria, aborda el tema del amor desde una perspectiva novedosa, ya que lo concibe como una totalidad que no admite fragmentaciones ni dicotomías. Toma como punto de partida el tema amoroso para expresar la deshumanización del mundo de hoy y el naufragio del ser humano entre números y códigos.
Su lenguaje literario es de una diáfana exactitud, la que logra incorporando los códigos de la lengua poética tradicional con las novedosas fórmulas del lenguaje técnico, administrativo y coloquial de nuestro tiempo:
«Cables de alta tensión me llevan a tu sueño
Y a volumen muy bajo tu aliento me acaricia«.
Su obra publicada reúne los siguientes poemarios: Holocausto de rosa, Entre materia y sueño, Pasajeros en tránsito y Es real y de este mundo; además, es autora de los siguientes ensayos: Notas sobre la poesía de Demetrio Herrera Sevillano, Estilo y densidad en la poesía de Ricardo J. Bermúdez, La obra poética de Dámaso Alonso, Aproximación poética de Ricardo Miró y Rubén Darío y su obra poética.
José de Jesús Martínez es uno de los escritores de más fuerte originalidad y agudeza. Aborda los temas metafísicos y ontológicos del ser o del del no ser, del estar, del morir, del permanecer, de la existencia o no de Dios, expresados siempre con una singular rebeldía que se retrata en un lenguaje lleno de toda clase de registros, desde los mas formales y cultos hasta los más antipoéticos y estridentes. Los títulos de sus obras más sobresalientes son La estrella de la tarde, Tres lecciones en verso, Hacer la paz, Amor no a ti, contigo, One way y Ars Amandi.
José Guillermo Ros Zanet es un poeta de meditaciones profundas sobre temas importantes como la génesis de la vida, el destino del hombre, el poder del amor y del vínculo de la amistad y el de la sangre, el significado de la muerte y otros problemas eternos. El lenguaje que utiliza es casi salmódico y místico, trabajado con resonancias bíblicas y de los clásicos españoles, además de lleno de imágenes poéticamente expresivas y sugerentes. Su obra publicada reúne los siguientes títulos: Poemas fundamentales, Ceremonial del recuerdo, Sin el color del cielo, Criaturas terrestres, Sui Génesis, Tormentario y Un no rompido sueño.
Durante el periodo de vigencia de este grupo literario, también descollaron otros escritores que cultivaron el cuento, la novela y el ensayo. Los géneros narrativos tuvieron iniciales de pálidos logros, concebidos desde los paradigmas románticos o los del realismo social; las obras de ficción narrativa presentaban retazos de la historia nacional, emocionalmente embellecidos o retrataban la realidad rural y urbana con los amargos lentes de la impotencia ante las injusticias. El premio nacional de literatura, el Concurso Ricardo Miró, contribuyó a desarrollar los difíciles géneros narrativos y a ponerlos al día en el uso de las técnicas y las nuevas formas que iban configurando la formidable narrativa hispanoamericana de hoy. Además de los ya mencionados, se valoran positivamente los siguientes novelistas, cuentistas y ensayistas:
César Candanedo (1906 ) escribe sus obras desde las coordenadas del llamado realismo social. Denuncia con lenguaje sobrio y directo las inclemencias del sistema político y económico imperante. En sus novelas Los clandestinos y La otra frontera y en su volumen de cuentos El cerquero, pinta crudos cuadros de miseria física y moral y expresa su rebeldía ante la iniquidad y su deseo de reparar las hondas heridas sociales de su país.
Renato Ozores (1910- ) es autor de novelas y obras teatrales, cuya preocupación es penetrar en la psicología de los personajes y pintar con fidelidad las características de los distintos estratos sociales de Panamá, sobre todo la de los más altos. La estructura de sus obras es tradicional, pero su pluma les confiere amenidad y decoro artístico. Sus novelas Playa honda, Puente del mundo y Calle oscura ofrecen plenamente las características de su trabajo narrativo; de igual forma, sus obras teatrales Un ángel, La fuga y Una mujer desconocida brindaron desde la escena una acuciosa revisión de los defectos del medio.
Ramón H. Jurado (1922-1979) presenta una narrativa que evoluciona desde un denunciante y rudimentario realismo social hasta las interesantes innovaciones de la narrativa de vanguardia. En efecto, su primera novela, San Cristóbal, constituye una denuncia de la explotación del campesino en los ingenios azucareros, realizada con algunos logros artísticos y también con los desaciertos propios de la iniciación. Desertores, su segunda novela, se clasifica dentro de la modalidad histórica y su estructura muestra un indudable progreso en el dominio de las técnicas narrativas en boga. El Desván, considerada su mejor obra, presenta la influencia del existencialismo en nuestras letras y, además, un perfeccionamiento en el arte narrativo y el manejo de sus técnicas.
Joaquín Beleño C. es un escritor de excepción, no tanto por su calidad como por su fidelidad testimonial. Su temática preferida es la situación social y laboral de la Zona del Canal de Panamá. En sus novelas Luna Verde, Curundú lane, y Gamboa Road Gang expone los efectos que sobre el pueblo panameño han producido la construcción del canal interoceánico y la presencia norteamericana. Su otra obra, Flor de Banana, presenta el problema de la injerencia de las compañías transnacionales en el país. La escritura de sus obras evoluciona desde la narración dentro del realismo tradicional hasta la experimentación de nuevas estructuras, según las propuestas de la vanguardia.
Es importante mencionar la labor de Rodrigo Miró Grimaldo, quien no fue un creador literario, pero sí uno de los grandes promotores de las letras y la cultura. Se destacó como investigador, historiador y crítico literario. A él se le debe el ordenamiento y la catalogación de la información dispersa sobre el quehacer literario desde la Colonia hasta nuestros días. Sus ensayos y tratados contribuyeron al conocimiento de la literatura panameña en el país y en el extranjero. En sus crecida obra se destacan Teoría de la Patria, La literatura panameña, El Romanticismo en Panamá, La cultura colonial en Panamá, El cuento en Panamá, Orígenes de la literatura novelesca en Panamá, Cien años de poesía en Panamá e Itinerario de la literatura panameña.
La evolución de las letras panameñas sigue el curso de la literatura del continente: el mejoramiento de las comunicaciones, los premios internacionales, la mejor difusión del material bibliográfico, los congresos y los encuentros permiten que los jóvenes escritores se enteren de las últimas tendencias de la literatura hispanoamericana y, también, propicia el conocimiento de la producción literaria panameña en los países hermanos de América. La literatura conocida como postvanguardista tendrá, entonces, elementos comunes a los que se observan en los otros países de América hispana. La conciencia de pertenecer a una realidad común ha permitido a los escritores latinoamericanos adueñarse de los elementos culturales continentales y universales, sin descuidar la exploración de lo regional y particular.
La literatura se vuelve antisolemne, antiintelectual, antipoética, irónica y paródica de la realidad que configura el hecho literario. Se dispone el discurso en un estilo coloquial, muchas veces dislocado, con una visión de collage, en el que se superponen distintos registros culturales y lingüísticos. El humor y la sátira ofrecen fórmulas nuevas y la realidad mítica y maravillosa se entretejen con el acontecimiento histórico y los fenómenos sociales. La literatura se convierte en un signo abierto donde el lector interactúa con el creador de la obra convirtiéndose en un verdadero re-creador.
La obra de los escritores coetáneos, aquéllos cuya vigencia se establece a partir de la década del sesenta hasta nuestros días, presenta muchas de las características mencionadas y sigue los paradigmas impuestos por los grandes maestros de la gran Literatura Hispanoamericana. Entre los más notorios podemos señalar los siguientes:
José Franco (1931- ), cuya pluma, comprometida con el mensaje nacionalista y patriótico, logra un lenguaje a veces épico y cósmico, como ocurre en su obra más difundida y apreciada, Panamá defendida; otras veces se cala un sombrero popular y se expresa en la décima campesina engalanada de originalidad y lirismo, como en Patria de dolor y llanto y Semilla en Flor. Ha incursionado recientemente en la novela con el tema de la invasión de 1989 en Las luciérnagas de la muerte.
Diana Morán (1932-1987) escribe sus iniciales bajo el signo del compromiso radical; sin embargo, como profesora de literatura nunca perdió de vista la necesidad de salvaguardar la calidad estética de su obra, que siempre estuvo a la búsqueda de fórmulas novedosas e innovadoras. Utiliza los recursos de las rondas y juegos infantiles en el poemario Gaviota de cruz abierta, con el cual denuncia la intervención armada de los Estados Unidos de América, el 9 de enero de 1964. En su libro Reflexiones junto a tu piel revela una escritura muy evolucionada en la que se observa la ruptura de los géneros, pues se apropia de recursos narrativos y teatrales para elaborar sus poemas, además del tono coloquial y el collage cultural propios del momento.
César Young Núñez (1934-), cuya obra se elabora sobre los ejes de la antipoesía: antisolemnidad, ironía, parodia y humor. Refleja, además, una cultura bien asimilada que le permite utilizar materiales tan disimiles como la obra de los poetas clásicos, las historietas cómicas, el cine, la poesía norteamericana e hispanoamericana contemporáneas, la actualidad técnica y científica en un magnífico collage en el que pretende presentarnos el retrato total del hombre de hoy, que medita con profundidad, enmascarado en una aparente intrascendencia. Los títulos de su obra publicada son: Poemas de rutina, Instrucciones para los ángeles, Las tribulaciones de Superratón, Carta a Blancanieves, Poesía mía que estás en los cielos.
Arístides Martínez Ortega (1936-) es, a la vez, poeta, crítico e investigador literario; su obra se caracteriza por sus antipoemas al estilo de Nicanor Parra, cuya influencia se complace en admitir. Sin embargo, sus composiciones tienen su sello personal y están lejos de ser calco o remedo fiel. La conflictiva realidad panameña nutre su obra y el lenguaje, aparentemente espontáneo, revela un cuidadoso proceso de selección y pulimento. Sus obras Poemas al sentido común, A manera de protesta y Protesta sin manera nos muestran los recursos de esta modalidad poética.
La literatura panameña contemporánea está en un proceso de constante flujo y creación. Son muchos los nombres de los que laboriosamente componen el panorama de las letras de finales de siglo. Algunos tienen ya una personalidad literaria reconocida, aunque todavía están en pleno ciclo creador. Entre ellos, se destacan Dimas Lidio Pitty (1941- ), poeta, narrador y periodista; Pedro Rivera (1939- ), poeta, cuentista y cineasta; Manuel Orestes Nieto (1951- ), poeta por excelencia, ganador de premios internacionales de gran prestigio como el Casa de las Américas y el Gabriela Mistral; y José Carr, uno de los más jóvenes y prometedores poetas. También sobresale un número importante de talentosas escritoras que cultivan la poesía y el cuento, entre ellas Moravia Ochoa López (1941- ), Berta Alicia Peralta (1939- ), Giovanna Benedetti, Consuelo Tomás y María Félix Domínguez.
Una mención particular merece el desarrollo de la narrativa nacional, la que se desarrolla con altibajos, sin mantener un constante ascenso hacia la plenitud. La novela es un género muy exigente. Requiere madurez, capacidad de observación y selección, una cultura bien asimilada, además de un estudio constante de las teorías y técnicas narratológicas. La novela panameña de las últimas tres décadas presenta logros y desaciertos. Son importantes los trabajos realizados por Justo Arroyo, quien incorpora muchas de las técnicas de la narrativa contemporánea a sus relatos.
Debe mencionarse primeramente a Julio B. Sosa, a quien su prematura desaparición hizo que no fuera tan recordado como cabría esperar. Su intensa actividad literaria da buena fe de ello.
Rafael Pernett y Morales, médico de profesión, que logra importantes aciertos con el manejo del mito, la polifonía de narradores y con la incorporación de las jergas marginales y la apropiación de textos de canciones y de otros registros lingüísticos al cuerpo del relato. Sus novelas Loma Ardiente y vestida de sol y Estas manos son para caminar lograron una gran aceptación de los lectores y la crítica.
Ernesto Endara (1932), aunque ha incursionado con mayor frecuencia en los terrenos de la dramaturgia, tiene en su haber volúmenes de cuento y una novela, Tic Tac. En esta obra ensaya fórmulas para manejar el relato en diversas cronologías, sin recurrir a las conocidas técnicas del flash back y el racoto. También emplea la polifonía narrativa y la técnica del intertexto, propias de la narrativa actual.
En todo el continente se ha experimentado el surgimiento de una pujante narrativa femenina, que presenta la visión de la mujer frente a los fenómenos socio-culturales. En Panamá hay novelistas que pueden considerarse antecedentes de esta eclosión de una narrativa escrita por mujeres. Acracia Sarasqueta de Smith (1914) tiene varias novelas de carácter histórico que han sido bien valoradas por la crítica.
Posteriormente, se ha destacado como novelista valiosa Gloria Guardia (1940), quien tiene una obra bien estructurada y muy al día en el empleo de las técnicas y modos narrativos. Sus obras Tiniebla blanca, Despertar sin raíces y El último juego revelan un verdadero ascenso en el dominio del arte de narrar.
Isis Tejeira tiene en su haber una novela breve, Sin fecha fija, y varios cuentos, La mujer que pare papel, Margarita, esta linda la mar…, y otros relatos. Es una narradora original y de gran cultura literaria, que incorpora con acierto en la técnica del intertexto. Su temática gira en torno a las influencias que recibe la mujer de la sociedad, la escuela, la religión y la publicidad comercial para someterla y enajenarla, que presenta con un humor sardónico y un buen manejo de la parodia.
Rosa María Briton, exitosa novelista que ha trascendido las fronteras patrias, maneja una diversidad de temas que incluyen los de carácter histórico y los que auscultan la condición de la mujer en la sociedad. Tiene facilidad para el manejo del lenguaje narrativo y, aunque no se preocupa demasiado por lograr un material acabado y pulido, el humor y su aguda observación logran atrapar al lector. Sus obras Ataúd de uso, El Señor de las lluvias y el viento, No pertenezco a este siglo y Todas íbamos a ser reinas son ejemplo de su narrativa. También es autora de obras dramáticas y de cuentos.
El Canal de Panamá y su incidencia en la literatura del istmo
Desde el siglo XIX, la literatura panameña ha expresado de manera muy particular una lacerante realidad, que en apariencia es común a la de otros países latinoamericanos: la injerencia de los Estados Unidos de América en los asuntos nacionales y la manipulación de la economía y la política del continente; sin embargo, ningún otro país ha vivido con una efectiva presencia extranjera en medio de su territorio, conculcando derechos territoriales y jurídicos; imponiendo estilos de vida extraños a la idiosincrasia nacional. Este hecho creó una vena temática que ha producido abundante material en todos los géneros literarios. Casi todos los escritores panameños tienen en su producción alguna obra que se refiere directa o tangencialmente al tema canalero y nacionalista. Una revisión retrospectiva del material literario nos remitirá al siglo XIX, donde encontraremos consignada en versos la protesta por la presencia estadounidense.
El poeta panameño Tomás Martín Feuillet es el primero en escribir poesía antinorteamericana, quizás como respuesta a los sangrientos sucesos del 15 de abril de 1856, conocidos como «la tajada de sandía» y que fueron suscitados por viajeros norteamericanos que cruzaban el país en el ferrocarril transístmico, para embarcarse en las costas del Pacífico rumbo a las minas de oro de California.
«Habéis entrado en circunstancias críticas
Este pobre país a gobernar,
Cuando dice se trata en Norte América
De venir nuestras leyes a ultrajar.
Y nuestro suelo, nuestros campos fértiles,
Tintos en nuestra sangre se verán;
Mas no los hijos del ruidoso Niágara
Su estrellado pendón aquí alzarán«.
Ante las promesa del auge económico que sobrevendría con la construcción del canal, el poeta José María Alemán previene a sus coetáneos con estas irónicas letrillas:
«No más miseria y pobreza,
Ni godo ni liberal:
Por montones la riqueza
Recogerá cada cual
Cuando concluya el canal«.
Una vez inaugurada la República, se generó una gran polémica por la forma como ocurrió la secesión de 1903. Gaspar Octavio Hernández expresa en más de un poema su reproche a la intromisión yankee; así se desprende del siguiente texto:
«¡Cíñete casco de adalid! Entona
no himnos de paz sino canción guerrera
que derrame su música altanera
con estruendo marcial, de zona en zona.
¡Oh emperatriz herida y sin corona!
¿No ves cómo se pliega tu bandera
cuando adviertes que ríes placentera
al mismo que tu herida encona?
Sé heroica y digna ¡oh! Patria….todavía
aunque ave inicua te rasgó la entraña
¡no te avergüence infamia y cobardía!«.
Del mismo poeta es una de las estrofas más conocidas por los panameños, la que culmina su poema Canto a la bandera donde con vibrante exaltación clama por conductas combativas:
«¡Bandera de la patria! Sube…, sube
hasta perderte en el azul… Y luego
de flotar en la patria del querube;
de flotar junto al velo de la nube,
si ves que el Hado ciego
en los istmeños puso cobardía.
Desciende al Istmo convertida en fuego
Y extingue con febril desasosiego
A los que amaron tu esplendor un día«.
En 1906, después de algunos años de ausencia, la poetisa Amelia Denis de Icaza regresa al Istmo, donde la ocupación estadounidense de la franja canalera es una realidad hiriente. La respuesta literaria de la autora panameña es su poema «Al Cerro Ancón», una hermosa composición evocadora y preñada de angustia y de impotencia por el vergel arrebatado:
«Ya no guardas las huellas de mis pasos,
Ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
Que en tu falda formó mi corazón.
Cual centinela solitario y triste
Un árbol en tu cima conocí:
Allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?
¿por qué no eres el mismo para mí?
¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?
¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
En el abismo del no ser se hundió.
¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
… … … … … … … … …
¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasa!
Tras tu cima ocultábase el lucero
Que mi frente de niña iluminó:
La lira que he pulsado, tú el primero
A mis vírgenes manos entregó.
Tus pájaros me dieron sus canciones,
Con sus notas dulcísimas canté,
Y mis sueños de amor, mis ilusiones,
A tu brisa y árboles confié.
Más tarde con mi lira enlutecida,
En mis pesares siempre te llamé;
Buscaba en ti la fuente bendecida
Que en mis años primeros encontré.
¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!
Soñaba yo con mi regreso un día,
De rodillas mi tierra saludar:
Contarle mi nostalgia, mi agonía,
Y a su sombra tranquila descansar.
Sé que no eres el mismo; quiero verte
Y de lejos tu cima contemplar;
Me queda el corazón para quererte,
Ya que no puede junto a ti llorar.
Centinela avanzado, por tu duelo
Lleva mi lira un lazo de crespón;
Tu ángel custodio remontóse al cielo…
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!«.
Estas estrofas tan sentidas hallaron profundo eco en todos los panameños, más dados a las experiencias emotivas que a las bélicas. También han sido generadoras de otros textos, como el volumen de cuentos de Pedro Rivera, titulado Las huellas de mis pasos, como reza el final del primer verso.
Demetrio Korsi expresó de varias formas su descontento por la presencia estadounidense en el suelo panameño. Los retratos de la ciudad de Panamá invadida por marinos y soldados, y por las mil razas al sol se perfeccionan cuando enfoca la corrupción que genera la presencia de los extraños como se pinta en el poema «Glosa»:
«¡La juventud se suicidó sonreída
con el ron del país.
Mulatas de la calle 17,
Cumbia de Pedregalito!
Me sonreía desde el balcón;
La caja de música del bachiche
Tintirineaba los valses
La responsabilidad de la tarde
(¿un 30 de febrero?).
¡Rumberas del cabaret,
noches de bailamono y cocobró!
La historia de esas mujeres se asoma al Canal.
Una se suicidó frente a un espejo,
Otra tiene un hotel en Marsella.
Y ¿qué importa?
Quiero ser vaporino, iré muy lejos,
Yo compraré en los puertos tu sonrisa«.
El mismo Korsi escribe la siguiente frase lapidaria: «La libertad no es otra cosa que una estatua en Nueva York contemplando Wall Street y dando la espalda al Sur«.
Escritores de todos los géneros incluyen el problema canalero en su temática, algunos con propósitos testimoniales, desnudos de odios; otros con apasionada virulencia. Perteneciente a la primera tendencia se encuentra la novela Puente del mundo, de Renato Ozores, quien razonadamente niega la perpetuidad de la frase que se ha convertido en estribillo:
«Puente del mundo… ¿Quién lo dijo alguna vez? ¿Por qué se repite… por los panameños? La frase tiene su contenido negativo de algo que se desintegra sin cesar… y no es verdad… Puente del mundo… para los que llegan y se van… Pero no para todos… No, para los que se quedaron entregando sus cuerpos a la tierra amada y a la patria sus mejores esperanzas… no para los panameños que tanto tienen que luchar contra el incesante acoso de lo extraño para conservar lo propio… lo eterno«.
Del mismo tenor es la novela de Gil Blas Tejeira, Pueblos perdidos, obra que relata las peripecias de la titánica obra de la construcción del canal de exclusas y el sacrificio de los llamados pueblos de la línea (a través de ellos se tendió la línea del ferrocarril transístmico) que sucumbieron bajo las aguas del lago Gatún.
En el otro cause se encuentran las novelas de Joaquín Beleño C.Luna Verde, Curundú y Gamboa Road Gang. En ellas la denuncia es fustigante y dolorosa, hiere la injusticia, la discriminación, la prepotencia del gringo, la impotencia de los nacionales y la complicidad de los gobiernos panameños.
La poesía recogió mejor que otros géneros la respuesta dolida o airada de los panameños por la presencia impuesta de los norteamericanos, desde la décima popular de sabor campesino hasta la poesía culta, abordaron el tema con las emociones más diversas. Una décima de Carlos González Bazán proclama lo siguiente:
«Que flote allí mi bandera
En la Zona del Canal
Que flote de igual a igual
Aunque el gringo no la quiera«.
Y el hermoso poema de José Franco, «Panamá defendida», expresa en sus estrofas:
«También
«The Canal Zone» es una brasa ardiendo,
Patria Mía.
Si fuera el canal
Un sitio dulce,
Si fuera un
Sendero de alborozo,
Si abriera sus
Compuertas
A la dicha
Del hombre sin remilgos;
Si la bandera nuestra
Tremolara en sus aguas,
Si no decapitaran
La alegría…
Iríamos contigo,
Saludando,
Haciendo un mundo bueno.
Sería el canal un sitio puro,
Un eterno vehículo de amor.
Pero la gruta rubia delgold roll
Ha sido un cráter sucio,
De esputo y pus, de huesos
Y de carne devorada.
Porque mientras exista un silver roll
De negros y un gold roll deblancos,
Y haya un prostíbulo
Por cada dólar
Que penetre en nuestra tierra,
Y los indios se pudran
Junto a las plantaciones
De banano
No habrá paz.
Ni habrá fundamentales
Regocijos,
Ni habrá un mantel de amor
Para el dolor antiguo de la
Patria«.
La agresión armada de los norteamericanos acantonados en la Zona del Canal, acaecida el 9 de enero de 1964, dejó el trágico saldo de veintidós muertos panameños y también un enorme estupor, una gran ira y un profundo charco de odio que se ha trasladado a la poesía, a la novela y al teatro. De igual manera, la reciente invasión del ejército norteamericano al territorio panameño, ocurrida el 20 de diciembre de 1989, ha generado diversas respuestas literarias en los géneros poéticos, narrativos, ensayísticos y testimoniales. Son tantos los textos alusivos a estos eventos, que su reseña necesita de un espacio generoso. Para los panameños, los versos solemnes y emotivos de Elsie Alvarado de Ricord expresan el sentimiento más elevado del alma de la patria frente a esos hechos históricos:
«La sangre de los héroes no es estéril,
Es río desbordado que fecunda
Con dolor, las entrañas de los pueblos.
…………………………………………………..
Los héroes no yacen en la tumba:
Remueven la conciencia de los pueblos«.
Fuente de información:
http://www.mcnarte.com/app-arte/do/show?key=panama-literatura
Bibliografía
- ALVARADO DE RICORD, Elsie, Escritores panameños contemporáneos (Panamá, 1962).
- CORREA VÁSQUEZ, Pedro, Revelaciones (Panamá, 1985).
- DEL SAZ, Agustín, Antología general de la poesía panameña (Barcelona, 1973).
- FERNÁNDEZ CAÑIZALES, Víctor, La Patria en la lírica istmeña (Panamá, 1971).
- JARAMILLO LEVI, Enrique, Antología de la joven lírica panameña (México, 1957).
- MARTÍNEZ ORTEGA, Aristides, La modalidad vanguardista en la poesía panameña, Estudio y Antología (Panamá, 1973).
- MIRÓ GRIMALDO, Rodrigo, La Literatura Panameña, Séptima Edición (Panamá, 1987).
- — El Cuento en Panamá (Panamá, 1950).
- — Orígenes de la literatura novelesca en Panamá (Panamá 1948).
- — Cien Años de Poesía en Panamá (1852-1952) (Panamá, 1953).
- — Itinerario de la Poesía en Panamá. 1502-1974 (Panamá, 1975).
- GARCÍA S., Ismael, Historia de la literatura panameña, Segunda Edición (México, 1972).
- PICÓN, César, et. al, Travesía Literaria por el Canal de Panamá. Poesía, décima, cuento, novela, crónica, testimonio, entrevista, teatro, UNESCO (Panamá, 1997).