En esta mañana todo sabe distinto
En esta mañana todo sabe distinto.
El sol es
una florecilla mirándonos
dentro de un humor nuclear
su boca un
cielo que busca la buena música,
un alma en período de extinción
un buzo que busca dentro de mi
cabeza, aquel mundo que ya no es redondo
los ángeles jóvenes reconectándome
de nuevo a la poesía
porque comprenden y activan
mi corazón en su altura
o, simplemente,
las letras muy delgadas,
formando ilusiones
que disparan espíritus saludando
tus mañanas …
Enfadada la tristeza es…
Enfadada la tristeza es la hija hirsuta del corazón,
el mal que caía sobre las piedras de la necesidad,
una mujer tatuada dentro de mis emociones,
la palabra virtuosa en el eco de un ombligo olvidado,
un diablo prestamista con la capacidad visual de
un acordeón alcohólico,
La escoba generosa que barre los días de apellidos
funestos desde la encarcelada pasión,
la edad que zurce los congojosos calzones de la
libertad envidiosa,
la ilusión que empuja la duda en la ingeniosidad de una foca,
el agua que vigila las recámaras de la serpiente
impresionando mi afán,
la infancia que invadía impunemente el salto
de las manzanas temblorosas,
el gorrión que abre las puertas de mis visiones
góticas,
una razón estrellada en los trasplantes musculares
de un éxito esforzado,
las enaguas de la vida donde la tarde gasta su
dinero desmesuradamente mientras tanto
el amor pronuncia a cada rato la queja de un
garabato racista y desleal.
Ahora me parece importante
Ahora, me parece importante que la frente de la noche
va saliendo del jugo prohibido del mundo,
mientras su velatorio sigue empotrado
como un resuello de ave mirando el pan de cada día,
buscando también luz de su ciencia revivida.
Hoy, pienso que ese porque escuálido tiene el
poder de sonreír
y a través de la lombricienta broma perpendicular al viento
puede explicar una retorcida y móvil verdad,
por eso insiste, agarrada, a este cuerno de la vida.
La última reflexión de desafío, volcado
en un estado durmiente parece a la tarde extendida
como un arranque desenfrenado
contra la pierna de la humanidad.
La pendiente de la nada suele tener el espesor
de un mérito crudo.
Un lamento de azúcar tiene sólo una parte
de un acomodamiento casis carcomido
por la muerte de un más allá que tiene la expiación
de un miedo secreto interrogado.
Un asfalto perpendicular tirita
Un asfalto perpendicular tirita en el cielo
y su agonía es el espacio que aleja el
privilegio impávido donde ahora se acopla a contraluz.
¡Espese su cuerpo fluvial a talón grisáceo y rebota
instaurando cerrazón en desconsuelo, divagando en
serotonina alada! Hay un escondrijo cobijando picardías en
las grandes pausas viscerales del verbo nocturno.
La impiedad del prejuicio de la noche
y su plomiza ilusión conocen la resonancia sufrida de
un silencio quebrado, simplemente carente de carne
¿el reflejo se abstiene? El costado del costo mejor
es un chiste parcialmente nublado.
Dicen que una madrugadora madrugada
es del mismo color de un balancín respirado por la vida.
Todo lo demás es pura carátula desafortunada.
Quizás es un ruedo que derrocha desajuste emocional
y se escucha cuando cae desde el agua para siempre.
La impotente cordura se retracta
hasta la permanencia agazapada de un día exacto.
Astuto pájaro del tormento su faceta negra, maltratada
por profanos intentos, una descalza actitud, casi celeste,
nos dice que el reencuentro está entre un gramo de celo
y una nostalgia sapiente.
La pesadilla en las capas del ozono
La pesadilla en las capas del ozono
La estancia sufre en el espacio de un abrazo quieto
Un murmullo zodiacal a través de la nostalgia
Con orejas y parlantes la edad maullaba
La noción del tiempo que comenzó el conflicto
La mezquindad con que se elaboran las directrices.
El reto que sopla la cara de las necesidades
Y una placenta que acusa
la constante primaria de lanzamientos románticos
y la hemorragia silicona del atributo.
De la sensualidad inmolada de reingreso a la poesía
A la inauguración y nivel de tiesura del
método euclidiano
Encontramos
Pacificación por el impertérrito almanaque lunar
La imposibilidad del lado izquierdo de la boca
de un ordenador.
Emoción mutua con los colores del cuarto creciente
de la luz
Resultados psicométricos de luna testaruda gimen,
mosquean las horas de tostar verdades
Cielos unitarios de siestas fúnebres expresan:
su desamor a la bolsa de valores
a la infancia ninfómana de bienaventuranzas
multiplicadas con hocico abierto
con el desánimo de la Torre Eiffel
rechazan la pastilla de cuerpo encorvado
y formula renovaciones minimalistas.
Irisados elementos
Irisados elementos comineados cuyas lucideces
truecan con las emociones siderales;
cuyas narices son las linternas voladoras
del propio gene que les dio fructíferas vidas.
Arrinconados a las estrellas por sus virtudes
se vacilan cosas como encantadas y dilectas;
se peinan a las puras violencias innecesarias
y ya son misterios colgados a la tristeza.
Observadoras tan Penta vocálicas se presienten
en su término solo de una existencia tan poderosa
mientras las consonantes están de fiesta
nostálgicas y ausentes.
Es que hay un zanjón que pedía mucho tanto así
que toda su edad de oro se levantaba solo
al tocarlo en su martirio ante un arbusto generoso
quemándose en la llama de un beso asimétrico y
risueño.
Por no desglosar fortaleza heredada
Por no desglosar fortaleza heredada disfuncional
del “imitar”, revolcada a la producción sazonada
de nervios ancestrales
que manipula la historia sobre un lienzo matriarcal;
con el hilo virtual sonando en el borde avezado,
el debate esencial se iza infiltrado,
prolifera entre el primero y segundo pensamiento
en cáscara de rabia deponiendo por lujuria
a un cuerpo de agua lampiño
que considera y atrapa peligroso su lado amable.
La viagra de la esperanza se hace de la vista gorda
para tener apoyo y audio-enajenado alivio
en la majestuosidad de sus pies bicicletas
en la que ya no suele ser cabriola recién alumbrada.
¡Ah de nuevo aquí! es ése solidario despertar,
el novicio desliz que se da cuenta triangular sin voz ni voto,
el simbiótico perdón experimentado que viene a catar
el jugo menstrual del resentimiento reciclado de muchos siglos.
El martirio del pan que no ha recapitulado
El martirio del pan que no ha recapitulado
aprieta su esternón,
una frente tersa de música mansa,
la curvatura del alcohol que no encuentra
su salida,
el diseño rábico del amor donde anuncia
su adiós lejano el reverso.
Cómo no manifestar a este fatuo fuego
acostado en sus tres soles,
pidiendo fiado como un río viudo sobre
la cara del disimulo.
Debate esta esfera doblemente triste:
Reprogramando saludos sus dos orejas,
oh ave maría del escándalo neófito
en que lo habrá convertido su reaprender
del gozo.
Su gratitud rotunda busca su soberbia
para lograr la terrena nada.
Estrés oportunamente canino,
el ladrido del universo paralelo.
Cómo no sentir a ese chiste inverso
que atraviesa el alma
con la sordera de almíbar en un espacio
vacío en las cejas.
Aquí estaba un piano meditando
Aquí estaba un piano meditando,
se hincha en sus teclas dolorosas
sobre los atardeceres capilares.
Soy otra nota musical entre miles, las
gafas de la dislexia,
escriben fatuos pentagramas,
entre mis pesares escondo la rueda unicelular.
Yo también entierro la ceguera de la necesidad,
el pleonasmo del encuentro.
Y no diré que conquistar toda una década,
las termitas consoladoras
ya arrasaron a mi descendencia.
Hay videollamadas que negocian
en funerarias,
se pelean contra la encomienda
y sobreviven a sus mitomanías.
Otras que perturban
con sus formas de hacer detalles,
sus dientes perfectos,
la prueba del alcohol de sus dedos.
Yo sólo navego lentamente
en la casualidad de la noche,
toco entre cuchicheos bailarines
bajo lo bota crucificada de Dante
el poblano transmisor que construye
mis secretos, la música de Nemo.
Mis dedos saltan la quebrada imposible
¡Mis dedos saltan la quebrada imposible…
¡Y se tonifican por el chorro de la amabilidad!
Veo sus uñas sobre un día de ojos
extraordinarios…
La boca con sus gestos, nos brinda
cálidos y espirituales besos.
¡Su mareo es la imitación de su voz infinita…!
Los errores bancarios cazan de la estrella sus arrugas
y veo un préstamo sonriente vertiendo llantos
de payasos
lágrimas que van entrelazadas en los encantos
pectorales de medusa y adivinan el futuro
sobre su colores y morfemas peculiares.
¡Pensaron en mi… en nuestros pragmáticos placeres
y comprendí que la modorra es un experto mujeriego…
Y el mar… la fortaleza del mundo…
de la humanidad entera.
El dolor vive en el indecente escalafón… en mi…
en lo que nunca fue aconsejado,
Perdóname no tenía idea que era hecho de egoísmo
ripioso, pero… así…así discreto…
En el cielo nocturno de tus sueños
¡En el cielo nocturno de tus sueños, oh un gemido estelar!
la luna, cáliz de corolas, en su esplendor divertido,
y el viento danza, supersticioso y misterioso y leal
acariciando la ingle de la noche arrebatada en su fulgor.
La tormenta arremete, feroz y crédula,
como guantazo furioso de la ira divina y asesina,
y en la intemperie de emociones indómitas,
se esconde un sol radiante tras la cortina de ámbar.
La greda del pasado, hoy se sedimenta como
en la historia que teje este tiempo errante,
y en el equilibrio frágil, pero eterno de furias,
reposa el alma, en su vuelo titilante.
He sedimentado dolores y pesares y rescoldos
como vestigios que el tiempo va dejando,
pues en cada guantazo de los avatares,
aprendí a seguir, sin quedarme esperando despacito.
Así…así nomás.
En la garganta del viento gnomo
En la garganta del viento gnomo, mi voz se escapa ligera,
revolotea como un ave, libre, sin fronteras ni empellones.
Vestida de rostros suplicantes mi alma, se eleva gallarda,
cual cometa en cielos, sin cadenas fieras dulcemente.
Cual Quijote en su andar andariego,
sin miedo ni calma, ni tropiezo ni barreras salva,
navego en la aventura de alcanfor, con espíritu audaz.
Derriba y aprieta castillos de grises murallas y mentol,
buscando horizontes politeístas de un mundo veraz.
Júbilos y duelos, en coro se entrelazan confianzudamente,
mis emociones, versos en armonía sutil y proyectada.
El vino del corazón, canta sin tregua,
un brindis al universo, poesía renegada entre párrafos.
En el decímetro piadoso de la noche
En el decímetro piadoso de la noche, deambula la vida,
como el eco demente de un murciélago remolón.
Cree que la glíptica, su compañero, ha decidido,
enjuiciada comedia con la muerte, su escape
es frívolo y descarriado como un despiadado desaliento.
Menudea con disuadirse, al golpe de cardiopatías afligidas,
como tal sabe bien, que en cada planeta que encuentre,
resuena el Tedeum, en su selva de menique y queratina,
extraña la cabalgata, el río, en su proeza de favor dorsal.
El menú de menudencias del huipil rufián, cual honra de dolor,
hostigando en el protozoo de su triste rendición.
Los consejos, esclavos en su patraña de polución,
cantan, gruñen, su canto fúnebre, preludio de melancolía.
Sus gafas de contacto, como euforias de concreto, se elevan,
la carantoña llora, su perentoria esencia se trasgrede,
un aprieto de muñecas observadoras, de destrucción tanta,
la presión laboral de un poema de amor, así se ilustra.
en el infinito astrolabio del destino mortecino.
Tus caricias engendran vigorosidad entre mis venas tristes
Tus caricias engendran vigorosidad entre mis venas tristes,
¡tu querencia de codicia estremece mis simientes!
tu ensueño de benevolencia, en su taciturnidad, me atrae,
aquí he rechazado la horribilidad del pensamiento,
como entregando mis secretos más intrínsecos, sin temor;
me doblego sin arrepentirme a esta fuerza que nace dentro de mí,
que no permite a la lucidez razonar, sin estancarse.
Tus decisiones construyen prodigios en mi rostro.
Tu suerte de ilusión versátil me invita a confiar sin miedo,
a saltar al infinito inmenso y oscuro
que no entiende al tocar sus inquietudes.
¿Cómo puedo hallar el bienestar que desea?
Aquí está su dolor de venganza cuchicheando entre las cuerdas
del violín.
Aquí reposa la almohada del misterio donde el alma
descansa sus emociones que entretejiste en noches de insomnio,
la embriaguez del tiempo que impresiona el ritmo acuático de
las palabras enhiestas que se convierten en leyendas como
cuando se unen a este silencio de seducciones prohibidas.
Aquí se enjuaga el vocablo, lleno de compromisos reposados,
hasta el momento de liberar los fonemas que duermen en su interior.
Delinquían senderos en él requiso
Delinquían senderos en él requiso
del badajo carismático,
hilvanan enigmas de columbinas entre la falcada
de albores inadecuados,
sonrojo de albaricoqueros,
panza de neutrones forajidos,
ámbares de reconocimientos paternales,
vergüenzas motas y panes dorados boquisumidos,
mi pureza es albergue de forraje,
el espíritu, lepidópteros níveos precavidos,
aturdidos en lontananzas inadvertidas,
mis falanges rebufan en tu paladar confianzudamente,
andrajo tierno,
nidifica intercutáneamente
la sinalefa en el cojín.
Otra contradicción flota en el manubrio mudo del vacío
Otra contradicción flota en el manubrio mudo del vacío;
lo verdadero se apaga, desvaneciendo la claridad que fue.
Aquí, mis billetes juveniles se visten de sombras lujuriosas,
mis talones frígidos se ahogan en lamentos
sobre un pergamino de maravillas;
me exigen penalidades truncadas:
y una voz se nutre en la flor luminosa del nunca.
Desde mi alma enclavada,
la existencia se hunde en el margen calorosamente,
la opulencia brilla con su ira de tormenta albina.
La apatía del reloj es el último canto de la oscuridad,
y la década obstinada tras el cristal
persigue el fluir del tiempo, como un decibelio
de añoranzas fugitivo. ¡Ah en este instante!
un laberinto de fonemas es la más melancólica escama de un
vagabundo terceto,
y el chirrido de la puerta, una pirueta aventurera y osada.
Las mañas invaden la penumbra exiliada,
devoran la liturgia en copas inquietas,
seducidos por el ensueño medicado de vanidad.
Se empinan sobre las exequias endebles del romanticismo,
y susurran la fragancia de la libertad senil,
como buscando desvanecer aroma y esencia,
mirra y suspiros matriarcales.
Desde la cúspide de un yermo inicuo
Desde la cúspide de un yermo inicuo, el fuego asciende,
bajo el cielo azul abnegado, halla refugio la luna cacofónica,
una quimera melódica resuena en mis sueños perniciosos,
el ablativo de estrellas, ya lejanas, vibra a último candor:
¿Por qué desenterrar lo perdido, lo helado en terquedad?
Las máculas brillarían con elocuente encanto agreste,
donde narras tu hálito, tu luminiscencia, tu alegría.
¿Por qué convocar a los héroes nefastos del tiempo?
La quintaesencia es un jolgorio de fechas caducas,
el estruendo, una torpeza de sonetos marchitos
en un trampolín engolado de sentimientos huraños.
Tal vez el amor descosido anhele el oprobio sobre el desierto.
Este sopor eterno esculpe las mañanas frívolas,
forja mi existencia en el fuego grácil de la inocencia.
¿Notas quizá un lozano murmuro y sutil bajo los albores,
¿El divino tango de tus ensueños?
Envuelvo mi perfil pálido en estos sacramentos.
Y el estigma de mis ojos –el que observa- reflejan
la vasta perfidia y su enigma.
Dueña del átomo de estrella fatua
Dueña del átomo de estrella fatua,
incrustada en el ósculo de tu mirada,
me metamorfoseo vertical
en una infracción leve de apaciguamiento,
el crepúsculo de un pensamiento caliginoso
a la luz de la luna aprendiz de marañas
gráciles y habladoras.
Me extiendo como ave trasnochada
en la estantería del olvido turbio,
con la mente despierta de cosas insípidas,
vigilando mimetismos a la entrada,
tras la aserrada serenidad
del gesto en cáscaras de ternura.
No vocalizarán los mundos de asaltos lacónicos
mientras abdica esta bacteria primordial
que desbastó mis raíces inmaculadas,
dejándome una caricia erudita,
unas prendas desgarradas de voces fastuosas,
en este anochecer
que peregrina con sueños voraces,
abrigo, suéteres, bufandas desgastadas,
que parsimoniosamente ha llorado el universo.
Brotan balsámicos suspiros
Brotan balsámicos suspiros
cual lágrimas insurgentes,
deshojo neurótica aritmética al falsear—
arrepentimiento que a paso lento
cambia la oquedad de mis pesares.
Es el atrevimiento axiomático que suplica calma,
cuando la abstracción somete al viento—
achaca, interjecciones, en la epidermis, en el alma,
como requiebros abucheadores del pensamiento.
Rasgo con normas cabalísticas, con rodilla ajena,
escarmiento en raíces del desconsuelo—
corola que equilibra en ciegos apegos
dentro de cascarones de silencio.
Como quien aconseja a un engaño errante,
el albaricoque inhospitalario gotea en un adiós sin tul—
gingivitis espolea, sin progreso constante,
citoplasma apresas en mi marcapaso anhelo.
Azules espacios, tiempo en injurias,
sin el toque labial de ser trovador en esta era—
sin desfigurar lo que de verdad existe insanablemente,
retroceso rábico que desciende lerdo, en mí se espera.
Nevera recalcitrante en juventud extrema,
como el clímax de una jactancia que se desarma.
En la rugosidad del pensamiento renovador
En la rugosidad del pensamiento renovador,
analiza Freud la sombra de su espíritu,
la conciencia de los matices es un jardín tortuoso,
respirando crisálidas de recuerdos fragmentarios,
el tiempo sin igual en forma azul brama, una lanza
perspicaz al epicentro varonil del alma.
El adagio de la angustia visceral,
bordeando tus neuronas diezmesinas,
los huesos dislocados para relatar
de nebulosas y amores desmenuzados.
Éxtasis dionisiacos, momentáneos,
en la barbilla de un quitasueño resbaloso,
que atrapa tus remembranzas como estrellas locuaces.
Un mar de candor metafísico,
profundo, hipnótico, un entresijo volviendo etéreo,
en el experimento de liberarte de tu calabozo carnal.
Pero reanuda en tu psique que es tu repercusión disconforme,
y desde ese esfuerzo vano edifica tu brevedad en tal océano.
Por la noche ilusoria
Por la noche ilusoria, un dije celestial llora, desgarrado.
Las lágrimas de galaxias fulguran, incompletas,
una cúpula celeste en la tierra desmaya prieta.
Una mentira rota no puede volar, se queda quieta,
como una esencia fragante a su idealismo aborrecible.
Titilan halitos de silencio, convulsiones de luz y rebeldía,
gérmenes sociales de un fuego arcano, gritos de un cosmos.
Su clamor áureo no cesa: atraca, vence, desvanece;
un sutil olor de ozono capitalista embebe la tristeza eterna.
En la oscuridad se inmola, esperando a que alguien lo entierre,
o quizás para extinguirse con el tiempo en el letargo universal.
En cada clausura sin reflejo fugaz, un deseo de regreso,
un tic tac por morder las epidermis de su confinamiento.
Ah, angustia maltrecha en fotosíntesis,
¿será tu destino verdecer aquí?
Tal vez es mejor volcarte de lleno en tu martirio cósmico,
hasta que la gravedad te grabe, o que el abandono te denuncie.
Implorar una alborada
¿Por qué implorar una alborada que jamás despunta,
si el presente nos corroe con su viruela implacable?
como cuando el éter es un constante cóctel
de toxinas demenciales,
y mojamos el tiempo solo para acelerar nuestro ocaso.
Si en perpetuo lapso, la media luz nos devorará,
estrangulando sueños, asolando anhelos.
El hoy que se evapora en su transitar taciturno.
Nos doblegamos ante el cataclismo inexorable.
El hoy que se arrepiente, elevando nuestras súplicas,
dejando misivas desamparadas, espíritus enflaquecidos.
El hoy que cae como un cuentagotas en las quimeras,
talvez el porvenir es espejismo,
porque imaginar lo que será y lo que no pudo ser
es intentar apresar el éter,
es puntear en el pergamino una pócima inexistente.
En mi mente desarticulada, la idea es vilipendiada,
mis sueños esotéricos son tachados de herejes,
enigmático pluralismo, danzan con faunos ascéticos,
y un citoplasma apoplético escupe verbos bélicos.
Tu presencia triangular, es cual astro críptico explosivo,
de esencia ecléctica, entre plasma elíptica y mística,
por esa moral drástica y monógama, soy sombra sin estética,
en crepúsculo plástico y elipsoide, mi alma se vuelve críptica.
Lo trágico movible se concientiza en tu silencio mujeril,
germina el eco metálico, sin ti, en un acento druídico matizador
sin tu risa acalorada, sin tu mímica enigmática y auditiva,
sin tu esencia melodramática, mi espíritu carcajea, errático,
su trova lunática.
En el ondulado abismal
En el ondulado abismal del sarcástico firmamento,
deslumbra criptológica la flamante y ulcerativa estrella;
una gallardía sideral, opalescente,
que pronuncia semántico su nebuloso desvelo.
Con zarabandas áureas, a un paso la eclíptica calamidad
cual sátiros badajos en una tertulia estelar.
Un batocromo sabiamente en perpetua melancolía,
altera hálitos y miasmas despotricadas en su auricular.
La limerencia redacta textos en cuásares suplicantes,
su sístole y diástole un cóncavo enebro en rutilante mar.
Éter de Partenón, infurción de distantes amenes en
sacrificios, o de roedor ausente, inunda la nave de mi psique.
Elocuente sagacidad silente, su ígneo argot desmesurado
me tira hacia el vórtice de su orbe endeudado.
Leviatanes estancados mascan mi ser remoto,
y en su seno ecuánime, como un alquimista, me humedecen.
Metamorfosis cuántica yodada, soy y no soy, ¿Quién más yo?
holograma interesado en su caleidoscopio de dioses gammas.
En mi carrera cuadrática sideral, mi espíritu se dispersó
cual papiro egipcio atolondrado cifrado en inescrutable glose.
En el precipicio del sufrimiento
En el precipicio del sufrimiento, los ecos silban,
esparciendo el parnaso del dolor en el vasto horizonte.
¿Qué sagrada genuflexión alberga el templo sombrío,
cuya cima, que escasamente percibido, instiga?
Poseidón de centella de rosas, surge de la irresolución,
sé el fanal para aquel que en la puerta duda y tirita.
No llora, Diana sobre este lienzo de bruma,
sostenida apenas por distancia, eones y un átomo dividido.
¿A qué torrente de sombras arrojarás la aflicción del atrevido?
¿Qué maratón surrealista disimulará la ausencia?
Los riesgos rodando hueco cambian, de obsidiana y vehemencia,
de cuerpos exhaustos al escuchar el llamado divino.
En la vitamina del día, los peregrinajes al portento duelen,
y en el galanteo lento del reflejo, ya no incomoda tu epidermis.
Un poro se inmola, y tu testimonio brilla con luz escandalosa,
el círculo vuela hacia otra hipocondría.
Un emoticón es un cristal erosionado como dos rayas
en muto acuerdo.
Bajo un sol gélido, los sauces llorones devoran,
arrancan el latido temeroso de los que aspiran eternidades.
¿Cómo parecerme con el ayer, si hoy despierto diferente?
Que no haya amparo para tales sonrojos,
¿quién detendrá la malevolencia en el plano terrenal?
¡Oh escucha la mano que deja correr lo ya sobrevivido!
Dialoga un refugio, con esta área sombría
Dialoga un refugio, con esta área sombría,
donde chorrea tumbas el suceso vespertino.
Las chispas que del agua saltan como el destino,
son como dagas de plata en un río bravío.
El estímulo entona, burla de mi unánime desvarío,
¿Son epopeyas las que deforman mi canto ingenuo?
Por la sangre que vierte la intuición sin espinas,
por las apariencias que encumbran en tus agudezas finas.
Revienta entre ellas un siglo, sensaciones orientales,
el nidal vigila al hijo de los gorgojeos,
con su otoño de plata en dinamismos milenarios.
¿Ante qué fuego simplísimo era la carroza entumida?
El mamarracho inquiere al miedo herido,
se desenvuelve en las tonadas de chimeneas bondadosas,
de un ardor soñado, de honorables peces cojos,
donde los océanos nunca son agonizantes.
Ningún alma se filosofa propiamente dicha sin cadena,
ni piedra migratoria sin sus misterios.
El aliento acuarelado es el viento del tormento sin la
esperanza viva y prieta.
Asemeja elevarse, cual batalla astronómica amena,
quizá palanca enferma, en este mundo eterno y abandonado.
Al céfiro suplico
Al céfiro suplico, derrotada de aureolar los albores
con su fulgor latente al azar del destino,
más mi espíritu sólo recoge el degrado que al globo inmoviliza
y el anhelo, albor de pasatiempos, no germina de la tenebrosidad.
A ti me rindo, travesura de mi nulidad,
¿En qué inflexiones persiste tu caviloso bullicio,
fúlgido entre sentidos gélidos?
No se empaña el temor, ni con el usufructo más ardiente.
La muerte indiferente culebrea por mansiones de bálago
y aurora antropófaga,
desoladores silenciosos de mi desvío.
Tu conciencia, inerte, sosiega con las ánimas apresuradas,
imágenes licuadas en su pira, galopando
como el ruido turbado de los lapsos fugaces.
Favorecer ante la penumbra sobre la evaporación más densa,
vive dentro de mi esencia con sangre que aún vierte ruidosa.
¿Qué carne, se deshace antigua de polvo y soberbia,
se sonríe y sacude en su soledad?
Inmortales están los primogénitos para medir el torbellino,
no hay pleamares que desarrugan al compás del sarcasmo.
Ni el ceño impaciente escruta madurez en este Hades.
Así se perpetra el empeño, la caricia se inquieta, a
plenitud: ¿por qué no se emperifolla también de triunfo?
¿Por qué es de error, así fundamentado, engendrar el óbito?
A ti me dirijo cuando en el vacío me conquista.
Sigue el rumiante oro de la noche estrellada
Sigue el rumiante oro de la noche estrellada,
tras polvo y sombras, con ilusión alada.
Un alma desdentada susurra bajo frío candor,
nacida para rumorar, en rocío y sin temor.
Ante ojos panda, la inocencia aguarda,
y el clamor, valiente, su sentencia labra.
¿No brilla el dolor, fuego que al astro roza,
y en soflamas redime, la efusión más fogosa?
Hade en horizontes, tiritante mirada lanza,
en simas se yergue, semidiosa que no se cansa.
Párpado rojo sangra, misterio en guijarro escrito,
idea que, en el sigilo, ha hallado su infinito.
Bajo el centelleo sideral de la noche ida,
tu cuerpo, tu esencia, divina, a la tierra convida.
En la eutanasia de bolígrafos rotos
En la eutanasia de bolígrafos rotos,
sumérgeme en tu ardor curioso, albérgame
en el umbral que se acosa terco ante el horizonte.
¿Maquillas, retribuyendo, la eternidad
de las eras? ¿Qué ostentas en tu fervor
entre soberbias fugaces?
Serás filmado por los intocables helados.
Durante una era de desmayos incesantes,
no cruzarás las emociones del anciano
que escapan en la terraza ardiente de su ocaso.
Porque la lógica de la sombra se
torna anémica, espabila
en las manchas dispersas de este sepulcro.
¿Qué grandeza traspapelada trompizas
en el ritual, así, al desprenderse sin fin
entre los corajes inciertos de una
hoja de amor? El experimento traza
un sendero de silicio como si atravesaran
el temblor de los días más eternos
donde ningún augurio puede ya alcanzarte,
como si ahuyentara las falsas apariencias
de tu tormento en la agonía de tu magia
sacerdotal.
Lienzo efímero
¿Cuál es el laberinto de tus ojos
perdiéndose de cielo en cielo,
de lienzo efímero a marioneta del temblor,
de enigma fiel en ganas de doler,
de cardio en luna agitada en lloros selectivos
hasta el mástil hereje del tormento?
Reflejo del suspiro escarpado,
piropeo vellos de tu piel, silenciosamente
Maldigo sonrisas desarrugadas:
Sacudo el asma en la danza silente de tu sombra.
¡El idilio excitado en giro de augurios!
Destino afeitado de vacíos varicosos.
Báscula de la broma donde ríes.
¿Que no entiendes de su ira y de sus feudos?
¿Yo era el cataclismo violeta
en el hocico de la noche parda?
Quebrado rencor sobre el destierro del alba.
Se duchan iluminados
los desenfrenos del apetito y del desastre derrotado.
En tu reino interactivo
En tu reino interactivo, el umbral lila de lo sublime:
Casco y pluma, bálsamo en corredores translúcidos.
Lo desparramado, imperecedero, aún no vencido
en hipos apagados. Reciente como la partícula,
sorprendida me ignoras, me abandonas, me condenas.
Tu ciencia opaca, un reloj de aura temblorosa:
Escudriñas con confesión serena en claridades oscuras.
Devoras, prudente, el alma de un teatro convencido.
¿Enfrías una tumba equivocada con dedos laxos,
de destinos solterones?
Borras la indiferencia con saliva monótona.
La parálisis tímida evade hachas, vida en verdades errantes,
porque ajeno es el feudo, el vistazo del mar, el nadir de la molestia.
Amémonos unidos en la natividad del crepúsculo,
que se baña en infartos hermanos y opacos,
en las jotas imperiosas, en el naufragio dos
por uno, orondo amigablemente.
Tú, año viejo energético de pesadillas, encubridor de realidades,
en tu bolsillo, donde el desconcierto y la luna se repelen,
allí nos perdemos, en el extraño ruido de eternidades fugaces.
Amígdala del trueno impaciente y atrevida
Amígdala del trueno impaciente y atrevida,
habilidosa penumbra de esencia blanca,
hacia el firmamento envías tus presagios,
oh palpito de luz temblando colosal
bajo mi dominio, retazos despiertos de amor.
Hacia al camino influyes ermitaño de dolor,
hacia los golpecitos de pantallas adolescentes,
hacia los brazos avatares en rendición,
la sorpresa meticulosa del sueño miope,
esa fisonomía tajante del recelo,
el péndulo del año viejo que no me piropea
cuando alarga sus sienes como fruto maduro,
Amígdala del firmamento, canción violenta
en este lloro de mentes crucificadas,
en esta hojarasca en que el fuego da un volantín,
pecado virginal instantáneo zenit de angustia,
en ti se renueva la genial decepción
cuando te engañan y derramas tu escalofrío,
cuando habitas en el gemido del espanto
en esa nube hijastra de la pantomima.
Istmo rescatador de versos
¡Oh istmo rescatador de versos!
¡Limonario dendrítico de mi habla centella!
¡Montes iracundos de néctar y cenizas!
¡Querúbico ondulante de luceros!
¡Es tu robustez una fresca benevolencia!
Hornillo de amatista oculto tras tus falsedades
¡Perfume vituperoso de linterna salvaje!
Franja del tiempo exploradora de la terquedad
¡Rayo de la sensatez de luna menstruante!
¡Cabellos de alborada despeinados por la irreverencia!
¡Manzana del sentimiento esculpe tu sombra!
Para dominarte hasta que el albor
y la ambrosía se nos consuman de fervor y negación.
¡Dulce lirio de sienes prodigiosas!
¡Nocturnidades de bondades seductoras!
¡Como la vela de un navío vocalizador!
¡Idiotez entorno de colores!
¡Cresta de longevidad, frondoso follaje!
¡Ociosidad de sueños! ¡Valentía de espejos inconfesos!
La vertiente hostil de los siglos
La vertiente hostil de los siglos calamitosos mana
en el contorno de una era que
en anhelos cuaternarios, se trasmutan. Épocas jorobadas
ensalivan orillas astuciosas de fallecida floresta rostrituerta.
¿Muerden porvenires los días, santiamenes fugitivos?
¿Un don de mutilación retumbante calibra fuegos pretéritos?
¿El roedor embalsamado dispersa anemia en su travesía?
Algo se ausenta hacia confines oculistas aún por despertar.
Gatean en las tinieblas voces sin perdón al alfa.
El saldo de enero desprecia mi actitud. Lo insondable participa.
Hacia ese idolatra montículo pálido, en el límite colosal,
cacarea la psicología de nuestras manos,
allí evalúan mi sentencia, una y otra vez,
pero tú y yo retornamos a su punto ciego,
como un cruce de brazos acogedores y familiares,
penumbra de ternura seráfica saca un pie,
hacia al horizonte y se baña de rocío,
y tal vez por un momento,
me hace invisible.
Las llamadas telefónicas ascienden
hacia el más allá
Las llamadas telefónicas ascienden
hacia el más allá
donde tus lamentos se amputan
con generosidad:
En tardes como éstas, amordazadas,
una pizza pregunta insistentemente
entre las vírgenes del cigarro familiar
y trozos medianos del romanticismo.
En las tardes como éstas, amordazadas
la sangre fría anda sigilosamente
persiguiendo muertos
y una cotorra a mandíbula batiente,
mira reparar el día de anhelos.
La sinfonía entera suponía, chapodar
el abismo de la perturbación del alma,
mientras revotaba la aclaración del dicho,
mientras revotaba el pelo del consentimiento,
en la mandolina beata del oxido ladrón.
La altanería de la mano derecha te creyó
cuando distes una vuelta y muchas más
sobre la legión de lloros de seda en las
persianas milagrosas de tus ojos,
cuando pedían fuegos sin disimulos a
la clara lealtad sarrosa.
Los lapsos caen grisáceos sobre la cuerda equinoccial
Los lapsos caen grisáceos sobre la cuerda equinoccial
colocando estremecidas las resonancias de la literatura
adiposa.
Ha llegado un mal de ojos a mis palabras nefelibatas.
Un tiempo mundano, culposo de pesimismo a mis vertebras cursivas,
similar a ver su ocaso aniquilado de lealtad,
curioseando entre los pilares anestesiados de futuros.
Arribaría bien hoy el paralelepípedo enojo de tu amor
para que escuchen estas puertas sus agravios convincentes.
Sus nacientes tradiciones
es el día exacto para ponerse a opinar
ante su restringente perfil sobre calabazas excogitables,
como consuelo a la perplejidad en extravagancia magna.
¿A lo mejor esta noche provoca su primer ajuste radial
e insistirá que duerma en su quinta resonancia?
¡Que me juzgue el trueno en su debilidad emocional!
Bajo la tierra se escribe azul con su última neurona.
¡Shhhh! Déjalo dormir.
Era una mañana de cidro y Genesis
Era una mañana de cidro y Génesis,
intuición de centellas y torbellinos.
Exorbitante el infinito se alargó envejecido.
Jadeante de vínculos y vértebras de flores,
arraigado al destino con cetáceas cicatrices.
Apéndice de la espiga necia y su azul religioso.
Atrapar océanos, con muerte de renglones,
como cuando es sapiente tu hipocondría.
Descalza luna en obscuridad de borrasca.
Voluptuosa tranquilidad de puerta absorta.
Elixir fraccionado por un pueril tormento.
Siglos que corren en la fama de la ira.
La moneda solitaria no entiende todavía la
veracidad de las cosas.
Razón de moneda, de tu solo baladro.
Al morir te llevaste, el recuerdo de tu yo.
Fiera la aurora, serpentea en tus ojos, con
chillidos de soles negros, azotes de azúcar.
Sentadillas de conciencia en sus tristes senos
empuñan verde tu recuerdo, miocardio de
tu amor.
Tu sentido de humor es ese tráfico de astros en embrollos
Tu sentido de humor es ese tráfico de astros
en embrollos, floresta en que duermen entre
la imposibilidad del arte demiurgo y el
desbocamiento de su aroma para poder juzgar
ofensas malgastadas.
Marcha cobarde en la caricia del clarín,
ancha cultura germinando ganancias,
del beso sobre la izquierda y derecha del alba.
Mortecino, mortecino derroche de estancias
destrozadas, inmigrantes zurcidas de gargantas
desoladas.
Adagio sexual de fruta madura sostiene
desteje líquido sombrío de onceavo sueño.
Ha nacido la molestia de la disputa, su enigma
trascendental como los fierros del amanecer.
En el centro de un semi poema de pellizcos
y en el gaseoso oro del amor sirve de lecho.
Cumbia del pubis ciego enjaula su rencor
a un misterio que en el occipital del mar se
deshace.
Es tu humildad, pecado en el que el triste
delfín en llameante éxtasis toma y bebe
su axioma perfumado.
¡La sed ataca su preámbulo erguido!
Mi clarividencia habla con las algas del fuego
Mi clarividencia habla con las algas del fuego comunicativo.
No la derrota ninguna jota de arena hacia el infinito,
también azogue de sus huesos sombra que se apaga.
Oxido de claridad llorada, en pretérito diminuto como
silencios reflexivos que tropiezan contra una puerta
Juzgando.
No, no eres roja emoción, eres la canción mota.
No, no eres la floresta absoluta, eres el margen
circular de los instantes.
No, no eres la violeta doncella, eres la rapidez impura
de mi presente.
Emanan nuevos brillos de fantasiosa muerte que labró
el agua corriéndose del miedo, al triángulo vidente
donde barajé tu suerte de acrobáticos cantares.
Era la ingratitud mafiosa que no quiso reconocer error.
Saliva de luna arrepentida, se levanta a practicar promesa
de un encierro de sabiduría espacial que vio lo mío.
Remolca en hombros una máscara de rencor asustando,
dientes que solo al cielo veían, escarlatas, greñas de fuego,
emancipadas olfatean.
Amotinados como breves arenques
Amotinados como breves arenques
retocando sus defectos
uniéndonos sobre huesos inéditos,
maullando entre los resuellos.
Esto es cada día de vana inclemencia
cada noche, minuto y hora de oblonga
cobardía presentando la hecatombe
de la arcilla,
nadie aclama, sólo el expresionismo
cataléptico.
¡Vaya felicidad, desteñida marchas!
Rondando voy, es de dos pervivir
mortificado.
Aja, aja, zozobra en melopea,
¡Perfilado! ahí traen el radar mugiendo.
Y perseguimos…amotinados
Más que bien, más en cumbre melosa
en la inquietud de mi fonación inquieta
en la sed jadeante del mediodía.
Lo imperativo de esta noche
Lo imperativo de esta noche,
la madrugada
me sugiere a palpar moraleja fría,
a empezar la faena de abrir
lo claroscuro.
Sólo podría controlar razón por enmudecer
y puja lo implícito, y más tarde,
hacer voto, no prorrogar, si ya anteriormente
otros también se embriagaron de ti.
Se alargó mi piel vencida por los hilos
de una interlocución desacertada,
y lo dijo exaltada onerosamente
se volvió un claustro donde inventar
gradiente gorgojeo.
Movimientos telúricos buscan parejas
Movimientos telúricos buscan parejas
gozando la vida, quizás el encanto de la
noche buscado confines en el fondo del mar.
Un éxito significativo, escucha la radio mentirosa,
y tiene derecho de rehacer su vida de salario
disminuido y encuentra sus monstros reprimidos.
Sueño reparador de nieve necia exagera como
su pobre naturaleza en tarot de besos presumidos.
Carabinas semi locas cuenta lo del perno amamantado
en un juego de tómbola de bendición pulverizada y
ni modo que nunca pierden sus dientes en cualquier
diversión de anhelos.
Un dedo personalizado ataca con piedad de tortuga
una enmienda recién perdonada de caprichos y se
dejó alcoholizar en la migaja sísmica del olvido.
Una flor llena de pellizcos consume distancias de
leyendas bien gallardas tan tímidas como un gusano
cantando sus ayeres en do mayor.
Acertijo del verso estudioso siempre por el mismo
círculo vicioso, cual molde de curación céltica y
en andrajos de locura, rompe el hábito de cuidar
los hijos de Poseidón.
¿ideal para los futuros instantes despiadados?
¡Ay dolor de caminos desganadamente hirientes!
Bajo el lienzo de la vía láctea
Bajo el lienzo de la Vía Láctea, se
transfigura un crisol de astros derrotados,
ungidos en primaveras de tormentas apocalípticas,
tildados de enigmas inconfesables.
Olvido de dualidad etérea, hace un llamado
a la marca despojada de verdades de su sinuosa
ciencia sobre el hipocampo de océanos ausentes.
Noche de miocardio entre epitafios consentidos
de dolor sugiere encontrarse con su alma gemela
en la senda de la caricia daltónica como un
corcel indómito, como una sirena simbolizada
de libertades insurrectas.
¿Quién recorre en redondel una lágrima de
calibre veinte universal?
¡Siento el peso de su recorrido dentro del alma!
Y finge, y discute y entretiene y cuelga su identidad
y habita en un delfín iridiscente contado matemáticas
de su coronada crucifixión.
¡Ay que pena y tanta soledad adormecida de inocencia!
Lo intransigente va contando su historia en un ímpetu
de halagos extrasensoriales, en una hora menguada
de danza salvaje dentro de un hilo de seda.
Como parecerse a una enemistad romana de
de atardeceres irritados de picardía, y aleluya…
Y ahí continuas
Y ahí continuas,
farándula a lo largo del horizonte y distante,
en la mollera del cristal,
sin entrever jamás el eje de mi pantorrilla,
facturar el momento que desmantela el fuete
sin prescindir a que lo incites.
No hay más pérgolas mozalbetes que el propio,
ligamento de desilusión.
Una hora lánguida amordazada para los palíndromos
sin rostros.
Coexisten malacrianzas que tan sólo se engullen
con el matiz de la falsedad.
Lo laborioso del pasado esgrime los pensamientos
y obnubila las lucernas en la comparsa del mentón,
monóculos sórdidos que recapacitan con el tiempo
y es la mampara y ya no es el pastizal mañoso
de infortunio,
y una débil escaramuza cierra el contorno de la vida.
Toréame como un parche ya cansado y viejo
para entretener la soledad.
Enmaráñate una y otra vez
entre mis sienes hechizadas de polen y azúcar,
y que los siglos nos envuelvan en su remiendo
renacentistas.
Casi raudo y atribulado coral de corolas
Casi raudo y atribulado coral de corolas
hondonada oronda casi asaz el labio sordo
que no palpa hasta el azur porque baja
a desplegar umbrales de ardores, la clemencia.
Casi raudo, casi yunque de tu mirada
ni al alfa acercarse al fulgor ámbar circunspecto.
No extingue avivarlo al alma, abismo de lo etéreo
al jugueteo indolente en los vértices del mundo.
Casi raudo te has rendido en la urdimbre celeste,
a mirar la sombra detrás del cenit de tu sentir.
Y eres aquél que susurraba la penumbra
de corazones inasibles, ese aquél desvanecido
detrás de mares celestiales, genoma de la niebla.
Eres aquél que despierta la irradiación crepuscular
y descifraba la noche de sus misterios todos.
Casi raudo de romper un cielo de arcilla ingeniosa
del presentimiento exhausto detrás de su
cuadrilátera luz más allá del vaticinio.
No soy la sexta constancia de tu temor sereno
casi vahído de tu encanto luz, que es todo
lo primigenio lo cósmico en la silaba del
relámpago que brilla en su cueva mágica,
la lágrima del Génesis.
A los campeonatos nostalgias contra la inocencia
A los campeonatos nostalgias contra la inocencia
no tengo más círculos peludos en la tristeza
que ópalo despavorido y sin gracia
sobre los vehículos en abatimiento
que viven como la parapsicología lamida
cerca de la voluntad insospechable y su mal vivir.
Y no intenten agonizar
en el volumen dinámico esa obediencia
de los nervios desdentados.
Ocurre apenas
que las alcancías de tinieblas
van a fusilar las abejas humanoides
mi consciencia y mis hastíos.
Que a lo largo y ancho
me desnudan dando vueltas
en su silabario amarillo,
como un sudor de hierro al final de la noche.
Haciendo muecas transatlánticas,
mientras llega el corazón inmortal
como mis esplendores en escombros,
que no serán pantanos de humillación agraria
por supuesto.
Escarbando las derrotas de la luz
Escarbando las derrotas de la luz,
vienes a mí, simplísimo redondel de
la nostalgia
vienes a procrear a tus ilusiones el sueño
entristecido
de cobre ensangrentado sobre días terrosos;
tu onda pretensiosa amigable en atajo del céfiro,
de limite desorbitado de agua agasajando
la epopeya orinada de la historia;
tu horizonte goteado de fatigas que he de empapelar
como el serrucho sin entrañas empapela el riel
dramático de acerbo
como el azogue agonizante la simiente.
Mientras tanto, el borde, la pompa,
que avizora sucesos esenciales,
tuerce del bronce la luz impávida
que me exige a hundir en el hemisferio
amedrentado,
en el crepúsculo castaño misericordioso,
donde, a través de las ideas de sombras partidas
que vienen para reclamar,
escojo un sol espinoso al titubeo
contentando el viento de no existir
más que como vidro guerrero derrumbado al infinito.
Su estola cae descortés flácidamente
Su estola cae descortés flácidamente
y el destino magnetiza en sus litorales,
explora audaz la próxima contienda
lo genérico más allá del destello
se disculpa
y su esternón no consiguen derrumbar
el espasmo de las siluetas desaforadas,
bajo sus contornos escabulle la neutralidad
y ya es temporal la configuración.
Tres figuras patógenas de lo disoluto tres
enemistados
disolviendo la máquina del rencor,
con el artificio senil
hasta profesar el impacto del olfato
y su reír
y nos echamos un vistazo,
inactivos,
tres muertos galardonados.
Rabadilla en el taburete del vacío,
en el macerar del todo.
No soy la que intenta en infinito
del isótopo que he formulado
tendré en las manos la madrugada desangrada
cuando finiquiten todos los paréntesis
que abarqué.
Pudiéramos concluir
Pudiéramos concluir que los cuarzos desleales
ofuscan barrancos iterativos
o que el paradigma produce un cigoto del sueño
sin conseguir fortalecer lo que está por vivir.
Pudiéramos casi fulgurar como isotopo
entre la modorra y el aventón circunspecto y es
cómo discuten las partículas cuidadosamente
momentos donde todo exulta
como en el láser amoroso del poniente
ya vilipendiado.
Lo supersticioso es la suplicante ceniza
más sapiente de lo que hemos sido,
y la preexistencia, surfista en la superior constante,
porque la técnica es despintar metodologías
circunscriptas a la metonimia.
Pudiéramos alcanzar,
incógnita del tiempo como una suma inquisitiva,
que se apodera de la mente y es un olvido casi cinético.
Y el elíptico secreto esta acongojado
Y el elíptico secreto está acongojado
como un mar muerto y abandonado
en hormigueo lamprófido del amanecer.
Un monosilabismo tenue lo rodea y es
el agua que se derrama dentro de una
pinza prismática de encuentros legendarios.
Probidad probiótica resbala socialistamente
sin haber meneado su saciedad en altisonante
albur,
y está deprimida a la mitad de su rinitis secular
y es la ritualidad de un cateto convergente de
moluscos de tardes entretejidas con precisión
exacta justo a las cinco y media de la tarde.
Mañanas tercas en práctico sentido como
un pasodoble patrullero sin remordimiento
de conciencia y es la fatiga que reza sus fieles
atributos hacia lo largo y kilométrico del olvido.
¡Oh fatuo disco de galaxia adiposa!
¿Quién por ti y por mi saldría de este laberinto?
Sucesos primordiales galantean de pavor hirsuto
como el hijo prodigio que regresa a casa y busca
la otra mitad de su dualidad.
La mente sigue esdrujulizando sus muertos
La mente sigue esdrujulizando sus muertos.
Embarcadero de niebla que se sube a mi espalda
regresa cada tres años a honrar al hijo del Lazarillo de Tormes.
Sólo quiero, solo quiero saber dónde ancla con la muerte.
¡Uy! Pecado soberbio inserta la cruz de su desgarradura.
Una flor de pecado, de pecado, de pecado virginal
para que puedan resistir la hambruna del alma, del alma.
Debemos meditar, debemos meditar triangulando la
musculatura de Dionisio, aunque sea por pura venganza
por pura venganza, por pura venganza y es la trinchera
celestial que muerde mi mano desde la piojera del cielo.
Y deben ajustar su Norte antes de lamer la herida
de Lázaro, decían que era bueno, se recuperaba el alma
peleando contra las sepulturas que decían mucho pero
no decían nada.
Ellas, ellas, ellas campanas del sufrimiento
¡Talán, talán, tolón, tolón, tan, tan, din don dan!
¿Miran con párpados ciegos el desorden del mundo?
Como soñar, vivir, interceder para salvar el erario
del universo con cinco pesetas de olvido, con tres
aceitunas pendencieras, con la ilusión de ver
sonreír la bandera del tiempo que nos lleva a la vida.
¡Oh carne subyugada en caricaturas póstumas!
Pensé que estaba derrengado el ademán
Pensé que estaba derrengado el ademán
pero en algún lugar de su carabina violenta
se define una motocicleta desprestigiada y es
como un pretérito goteado de un universo
de dos bocas.
El gris en su grandeza escupida a cada instante
enseñando urbanidad en el patíbulo de la rutina
y es el desconcierto que avizora transparente,
lo extraño se vuelve conocido
lo errante seca su mente ardida, y es
lo incoherente que se ostenta sano.
Porque la incomprensión es malévola, grande, y fascinadora.
Propagada, me amenaza con la cuchilla de su existir,
con el viento dramático que soplamos y es ese aire
tronchado en batallas del clamor.
El dialogo mordiendo se moja de neblina y es
el diamante rugiendo que desciende desde
las tenebrosidades
y vio los perfiles en ojo por ojo diente por susurro
que vagabundeaban por los atrios,
entonces…
el azote es naciente y el consagrado pánico aparece.
¿Crees que solo a mí me angustia?
¡Ay! Prudente asoma un grito amanerado todavía…
En el inmenso abrazo del edén, sus pestañas de viento agasajan
la faz bondadosa de los trópicos, de los siglos dormidos en el alba,
de los susurros de vida que brotan, de los hilos translúcidos
del tiempo.
La vida parsimoniosa, con su corona de baladas, pernocta secretos,
donde los ilustrados construyen sus nidos de ilusiones y deseos. Yo
la luz que se expande, y tú, en su gracia ignota, nos inmortalizaras.
Bajo tu pecho protector, hallamos abrigo, sosiego,
y en tu aura de digital diamante es, un consuelo, un aliento,
pues de ti brota el hálito eterno. Nuestro sigiloso barro se erguirá.
Alabemos la danza primordial y sagrada de la existencia
que tú, ¡Oh! Señor, en tus manos perpetua, nos sostienes.
Ayer para el ayer sirvió, dejando un desierto claro y sombrío,
hoy déjanos renacer bajo tus alas poderosa, bajo la
omnipotente aurora del mañana.