Arte

LA PINTURA PRIMITIVISTA NICARAGÜENSE

Escogidos por Poetas Famosos de Nicaragua

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Una de las características distintivas del Primitivismo es su origen campesino y su desarrollo al margen de los centros académicos tradicionales de las grandes ciudades, lo cual le ha permitido producir, además de una innumerable cantidad de obras, espacios de reflexión y de conocimiento no influenciados por la “alta cultura” occidental.

Se trata de una pintura que presenta principalmente la cotidianeidad de los pueblos campesinos, sus costumbres y tradiciones en escenarios donde la naturaleza aun no ha sido corrompida por el avance de la modernidad. Partiendo de la observación de su propia realidad inmediata y no de teorías estéticas foráneas estos pintores dan cuenta de la exuberancia de los paisajes nicaragüenses, explotando el colorido de su flora y de su fauna, en obras de una factura que se aproxima a los lineamientos del naíf.
Esta propuesta ha sido interpretada en clave de una utopía: el mundo no se representa tal como es sino tal como debería ser. En esa línea el pintor Álvaro García ha manifestado que a través de sus cuadros “quisiera mostrar un mundo mejor, sereno, donde lo sencillo y lo cotidiano representen las pequeñas grandes cosas de la vida”.

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La pintura primitivista surgió en Nicaragua a comienzos de los años ’50 y sus pioneros fueron mujeres. La primera pintora de la que se tienen noticias es Salvadora Henriquez de Nogera, de la región de San Carlos que ha plasmado en sus lienzos la majestuosidad de los bosques tropicales y las fiestas tradicionales de los pueblos del Río San Juan. Lamentablemente, según ha indicado Ernesto Cardenal, de sus obras sólo se conserva media docena de cuadros que pertenecen a un coleccionista privado.
La popularidad llegó poco después con las pinturas de Asilia Guillen, una bordadora de Granada que comenzó a pintar a los sesenta y tres años. Sus trabajos, publicados en diversos periódicos y enciclopedias de arte, hacía 1957 ya habían adquirido trascendencia internacional y recorrían las exposiciones y bienales de San Pablo, México D.F., Washington y, poco después, Europa.

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El archipiélago de Solentiname está formado por un grupo de islas ubicadas al sur del Gran Lago de Nicaragua, cerca de la frontera con Costa Rica, un territorio virgen, donde los «campesinos muy pobres y abandonados vivían dispersos en las riveras». Allí se instaló en 1966 el sacerdote, poeta y escultor Ernesto Cardenal para fundar la Comunidad Contemplativa de Nuestra Señora de Solentiname, que estaba destinada a convertirse en el foco más floreciente del primitivismo nicaragüense.
Cardenal cuenta que poco después de llegar a la isla, «visitando la casa de un campesino vimos unos guacales (especie de calabazas para beber agua), labrados por él con dibujos muy bonitos. (…) Más tarde vino un joven pintor de Managua, Róger Pérez de la Rocha, y le dio tela y óleos y algunas indicaciones, y pintó su primer cuadro, que compró un amigo nuestro de Managua. Después pintó otros más, y también se vendieron. Éste fue Eduardo, nuestro primer pintor primitivo». Ese primer lienzo de un artesano rural, sin proponérselo, estaba dando origen a un movimiento artístico cuyas obras darían la vuelta al mundo: la Escuela de Solentiname.

Ernesto Cardenal

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Los habitantes de las islas comenzaron a acercarse a la comunidad contemplativa y a ejercitarse en diferentes disciplinas artísticas. Montaron allí un taller de pintura, que luego se fue ampliando y abarcó la producción de artesanías en madera, cuero, cobre, bronce y plata. Con el correr de los años la comunidad llegó a contar también con una gran biblioteca y una colección de arte precolombino del archipiélago.
Muchos hombres y mujeres comenzaron a pintar y a vender sus obras a través de la comunidad. La producción artística fue incorporada a la praxis vital en franca interacción con las demás actividades productivas, principalmente de carácter agropecuario. Dice Alejandro, pintor de Solentiname: «La pintura está considerada como un trabajo y un pintor siembra un platanal o un maizal en su cuadro igual que lo siembra en el campo».
En los lienzos de Solentiname cobra protagonismo la figura del Gran Lago. «Todo el mundo tiene que poner el lago; porque el lago cumple una serie de funciones. (…) El lago representa más que una carretera, claro, el lago es la fuente de vida; la gente se bebe el agua del lago y se come sus pescados, se sirve de él como medio de comunicación. La gente se sienta en una piedra o frente a su rancho a ver el lago, a observarlo» comenta un pintor de las islas.

Para mediados de los años ’70 las obras de los pintores de la Escuela de Solentiname se vendían en casi todas las galerías de Managua y comenzaban a circular por América y Europa. Pero el florecimiento artístico del archipiélago pronto se vio amenazado por las tormentas políticas que se desataban en Nicaragua. En 1978, finalmente, las tropas del dictador Anastasio Somoza cruzaron el lago, buscando a los campesinos que habían sumado a la insurgencia. La comunidad contemplativa fue saqueada y arrasada, sus edificaciones quemadas y sus habitantes, asesinados, detenidos o expulsados.
En 1979 la Revolución Sandinista terminó con casi cuarenta años de dictadura somocista. Los campesinos de Solentiname volvieron a sus casas, reconstruyeron la Comunidad y comenzaron a pintar nuevamente. En los años ’80 el Primitivismo alcanzó su período más florenciente, en gran medida gracias al plan nacional de apoyo y difusión de las artes que promovió Ernesto Cardenal cuando fue designado Ministro de Cultura.

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La política cultural sandinista fomentó el surgimiento de nuevos focos productores de pintura primitivista en todos los rincones del país, destacándose los de Granada, León y San Carlos. Hacia 1985 las pinturas primitivistas nicaragüenses se vendían regularmente en las galerías de arte de Nueva York, Washington, París, Berlín, Londres, Zurich, Managua, México, San Pablo y Buenos Aires.
En tanto Ernesto Cardenal, a través del salesiano italiano Estefanni Renato, gestionó el desembarco del primitivismo nicaragüense en Japón. En 1986 la cadena Mitsukoshi organizó una exposición itinerante, que se presentó con gran éxito en Tokio, Kioto, Osaka y Nagoya, donde Miyako Kume fundó la exposición Nicaragua Naif, que invitó a exponer a todos los pintores y comenzó a editar el calendario «Buenos Días» de pintura primitivista, que anteriormente había sido editado en Alemania. En 1991 la galería Sanshin-Don, una de las más prestigiosas de Tokio inauguró su Exposición de Arte Primitivo, consolidando así la popularidad de la pintura nicaragüense en el país del Sol Naciente.

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Joven aprendiz en el taller de la Comunidad Contemplativa de Nuestra Señora de Solentiname

PARA LEER:

. Cardenal, Ernesto: Nostalgia del Futuro.
. Renato, Stefanni: Pintura Primitivista Nicaragüense.
. Univ. de Nanzan, Nagoya: Nicaragua Naif.
. Historia del Arte Contemporáneo Nicaragüense.

Por Anastasio Lovo

Un grupo de 18 pintores nicaragüenses, 12 mujeres y 6 varones, han organizado este año la exposición Formas y Colores 2014 en la Galería Josefina, como un Homenaje al Maestro Alejandro Aróstegui (Bluefields, 1935).

Aróstegui es un destacado miembro del grupo Praxis, quien con su particular estilo de creación pictórica ocupa un lugar sobresaliente en la plástica latinoamericana.

La obra de Alejandro Aróstegui posee extraordinaria, perturbadora y delicada belleza. En su pintura Aróstegui logra un uso magistral de imágenes sintéticas de formas paisajísticas, urbanísticas o humanas; una gradación de tonalidades cromáticas creadas por él; la participación y uso acertado de aleacciones metálicas; técnica mixta dominada magistralmente y que produce cuadros de una densidad matérica contundente y obras que se colocan en un plano de belleza metafísica sin par.

Para esta exposición Formas y colores 2014, Alejandro Aróstegui comparte con nosotros el cuadro titulado Ciudad lacustre. Una ciudad situada en un paisaje lacustre compuesto de cinco gruesas franjas de color.

En el primer plano, se distinguen 6 figuras humanas y dos grandes y voluminosas figuras totémicas hechas de lata, de fondo un color verde ocre opalino plasmado en dos colinas.

En un segundo gran plano se distingue una franja de agua de un lago que va del albiceleste al azul. En tercer plano se concreta una ciudad de altos edificios y amplias casas de una gran ventana cada inmueble metálico que funda la ciudad lacustre.

Luego un cuarto plano albi-celeste-ocre -por decir algo- que connota la evaporación de la ciudad o eventuales nubes. Un último plano con las mismas gradaciones cromáticas del agua que señalan el punto de fuga del cielo remachado por una luna de metálica anidada en el aura luminosa de su casa.

La ciudad lacustre de Alejando Aróstegui es una metáfora de la ciudad de la pintura para esta exposición. En Formas y colores 2014 encontraremos a la pintura nicaragüense en un haz variados de registros de alta calidad estética cohabitando en esta ciudad. En esta exposición postulo dos series: la serie de los interiores y la serie de los exteriores.

En los interiores de las casas de la ciudad, encontramos las bellas formas y colores, producidos por las manos de: Rosa Carlota Tünnermann, Luz Marina Acosta, Dalila Montealegre, Julio Martínez Castillo, Karla Valle, María Eugenia Lacayo, Nunzia Valenti de Fajardo y Sergio J. Velásquez.

En los exteriores de esta ciudad onírica, surrealista y metafísica encontramos plasmando exteriores a: Alejandro Aróstegui, María Lourdes Centeno,Marvin Campos Chavarría, Erika Mierisch, María Reneé Pérez, Constantino Hernández Tábora, Giovanna Serrano, Róger Pérez de la Rocha, Reynaldo Hernández, Claudia Fuentes de Lacayo e Ilse Ortiz de Manzanares.

Formas y colores 2014 es una muestra de la alta calidad de la pintura nicaragüense, de su dominio de las más variadas técnicas, de su afán experimentador, de su disciplina y rigor probados, de su visión holística sobre la realidad puesta de manifiesto en las ricas temáticas abordadas.

Espectadores/as al ver esta exposición, repitamos con el poeta Carlos Martínez Rivas aquel su sensualísimo verso: Dad de beber al ojo, lo que no bebió el labio.

Yoknapatawpha de William Faulkner, Santa María de Juan Carlos Onetti, Comala de Juan Rulfo y Macondo de Gabriel García Márquez son las más célebres ciudades literarias de América. Alejandro Aróstegui nos entrega en este magnífico cuadro para Formas y colores 2014, una Ciudad Lacustre. Una ciudad mítica, metafísica, supra real e irreal donde es posible encontrar una parte de la pintura nicaragüense contemporánea.

Una ciudad que connota a las obras contenidas en esta exposición con un registro metapictórico que hará posible la decodificación, la postulación de hipótesis sobre las series pictóricas planteadas, con el afán de conferirle un haz de sentidos posibles a la belleza de Formas y colores 2014.

En este viaje imaginario a una campo llamado Formas y Colores 2014, encontramos la raigambre mítica de Ciudad lacustre en un Misterio Indio de Róger Pérez de la Rocha, compuesto por 14 figuras humanas esbozadas, alzadas desde pies puntiagudos, rodeando un redondel 7 de ellas, dentro de él las otras 7, el cerco oscuro contiene abajo, un piso de 12 láminas de una albitud lumínica que nos sugiere un ambivalente piso de maíz primigenio o las láminas postmodernas de un agujero de blanca energía, toda la escena bajo una tormenta de gruesos trazos de pinturas hechas por las manos genésicas de los dioses aborígenes y a los lados un hábitat humano, casa y cobertizos modernos en esta ciudad de la pintura.

Esta serie mítica inaugurada por el Maestro Róger Pérez de la Rocha, siento que tiene su solución de continuidad en la plumilla sin título de Constantino Hernández Tábora.

Aquí el tiempo mítico se hace histórico: una familia de ascendencia originaria compuesta de hombre, mujer y niña, bajo un toldo en cualquier calle de la ciudad venden papayas y melones, en una composición magníficas de línea pura y precisa con un gobierno magistral de grises y oscuros.

Contribuye a esta serie, el cuadro Mi barrio de Claudia Fuentes de Lacayo. Al centro del cuadro yacen anidadas en un círculo 6 cerámicas originarias plasmadas con un ocre terral y primigenio; la rodea un estrato de suelo de arcilla calcárea y beige, sitiados ambos por los deshechos y detritus de latas de productos de consumo contemporáneo; el tesoro ancestral rodeado por la basura en un barrio que bien podría llamarse Acahualinca.

Pero los deshechos y detritus nos sugieren que en la Ciudad lacustre, la ciudad de la pintura hay corrupción. Corrupción de la materia, en su inevitable proceso de oxidación y corrupción del ser en su evitable proceso de desmoralización y pérdidas de valores.

Una magnífica concreción metafórica de este estado es el cuadro sin título del Maestro Marvin Campos. Sobre un fondo de tres láminas ocre-amarillentas y corruptas de un portón, nuestra mirada percibe la ebullición congelada de la corrupción y por un dominio magistral de la perspectiva, vemos y casi tocamos con la vista y el tacto, una argolla de hierro corroído por el tiempo y la contaminación.

La Maestra Ilse Ortiz de Manzanares, con su impactante obra Nahui Ollim II (El quinto sol II), nos sitúa en una inquietante bisagra espacio temporal, que participa de lo mítico y lo contemporáneo.

Sobre un fondo de colores cálidos y fríos, que caen en gruesas franjas cromáticas de izquierda a derecha, connotando un tiempo genésico y mítico, sobre este fondo, Ortiz de Manzanares yergue cuatro columnas de diversas dimensiones realizadas con los desechos de aleacciones metálicas, las latas del consumo actual que en este quinto sol amenazan con ser los únicos objetos convertidos en arte dispuestos a acompañar el fin de los tiempos, de la naturaleza y la humanidad.

¿Pero es ésta una ciudad colmada de arte pictórico pero ausente de espiritualidad? No. La Maestra Lourdes Centeno, en una lección de fe lindante con el hiperrealismo mágico, sobre un maravilloso acetato donde sus manchas acrílicas despliegan corpusculares, los copos cromáticos, libres y caprichosos, que capturan una figura sagrada elevándose como una metáfora de lo virginal de la pintura que asciende a los cielos desde un suelo de tormentas y temblores cristalinos.

La ciudad lacustre posee un río por donde el lago desemboca. María Reneé Pérez, en su obra Río San Juan, con fuertes y espesos trazos vangotianos, realiza la salida de un barco de pintura a un gran lago hecho de ondas de pintura: plomo, naranja, verdes, azules, celeste. Un barco que navega libra para buscar los espacios íntimos e interiores de la ciudad lacustre.

En esta serie de evidente y audaz connotación metapictórica, nos deslumbramos con la Mariposa de luz I de Giovanna Serrano. Sobre un fondo oscuro una Mariposa de luz aletea, vibrando en colores e intenta posarse en una cascada de colores.

Diálogo entre dos haces de colores en un instante mágico donde la mariposa es la cascada y la cascada es mariposa en una lúdica dialéctica pictórica. Cuando se abre la flor,/ al olor de la flor/ se le olvida la flor/ canta Joan Manuel Serrat.

Esta serie de los exteriores lo cierra el lúdico cuadro Brana III de María Eugenio Lacayo. Una composición realizada con un penacho de branas de una fantasmal palmera en blanco hueso, agitándose en una dimensión especial del espacio tiempo, sobre un fondo bicromático azul intenso y celeste.

Este haz de forma y color nos propone el juego de postular las branas derivadas de la teoría de las cuerdas que postula un universo y un big bang originado en el choque de branas, de membranas. Y aquí la ciudad Lacayo la instala en el cosmos y en una dimensión de la física quántica.

III

Hay en esta exposición, un cuadro de Erika Mierisch, intitulado Identidad que me servirá de metáfora transacional a los interiores de la ciudad lacustre, la ciudad de la pintura.

La huella dactilar realizada por Mierisch, es algo íntimo y exclusivo, pero objetivada en las dimensiones de este cuadro, los surcos dactilares se convierten en el laberinto del ser pero también en el laberinto de una ciudad. Un laberinto connotado en sangre por el rojo.

Una ciudad de violencias cromáticas naturales y sociales: terremotos e insurrecciones. Al laberinto dactilar Mierisch le ha superpuesto en tiza, el toque de la creación, el toque divino entre Dios y el Ser Humano en alusión a Michelangelo Bounarrouti.

Este carnal y cárdeno laberinto nos conducirá a una dimensión interior de la pintura, donde encontraremos algunos ejercicios de composición, color y perspectivas elevados a la categoría de obra de arte.

El Maestro Julio Martínez realiza un logrado ejercicio de hiperrealismo con un sencillo, útil e intrascendente objeto: una caja. En su cuadro –cuasi monocromático- intitulado Caja, Martínez en una tonalidad del beige rosáceo, logra apropiarse de la materialidad del cartón convertida en recipiente, establece un interesante juego de perspectiva y denota los surcos íntimos de una caja usada por la gente en sus traslados y afanes. Un objeto humanizado por el uso es esta Caja de Julio Martínez.

La pintora Dalila Montealegre nos entrega un elegante cuadro intitulado: Pan y vaso. Sobre un fondo compuesto de una gradación de franjas grises, plumbecidas arriba y abajo, al centro el beige, con un uso geométrico implacable de la perspectiva para arrancar el soporte de la blanca servilleta, el brillante vaso de aluminio y la rosca corrugada beige y rosa del pan. Un momento de paz de elementos que confluyen en una cocina y que retan a la pintora.

De pronto los grises, oscurecidos y aclarados, se trasladan y se congelan en un tropel de briosos corceles en un cuadro colgado en la sala de una casa de ciudad lacustre. Hablo de Liberum del Maestro Reinaldo Hernández.

En una perspectiva frontal, con un equilibrio magistral de formas equinas en gradaciones de grises, anochecidos e iluminados, cinco potros/yeguas, al centro el caballo negro equilibrados simétricamente por dos claros por flanco, a tropel amenazan con salirse del cuadro y he ahí lo metapictórico. ¿Los siniestros y mortales caballos de Abdera de Lugones saltan libres a la sala?

Mi querida Maestra Rosa Carlota Tünnermann, nos entrega la lección de la luz en un cuadro intitulado Claro-Oscuro. Sobre un fondo de graduales oros, una vela encendida y colocada en un candelabro, crea la naturaleza muerta pero fruible de una tajada de sandía y lo metálico azul de una marmita.

Todos los objetos convocados aquí, van de lo claro a la oscuro en una delicada lección de dos objetos domésticos mediados por la dulzura y la sensualidad de una fruta. Una transmisión de poderes cromáticos que parten de la luz creacional de la pintura artística.

Mi infanta favorita, la pintora y poeta Luz Marina Acosta en su cuadro Cacao I, desde una perspectiva cenital, hace que nos asomemos a la boca de un saco como al brocal de un pozo de colores. O mejor aún como a un nido, a una guaca de espléndidas mazorcas de cacao en diferentes etapas de maduración que realizan una fiesta del color y la forma.

La boca del saco retorcida, iluminada a trazos, pringada de corpúsculos cromáticos, aluden en mí a la serpiente de barros rituales de Pablo Neruda. La serpiente saco yagual protegiendo en un rincón de la bodega de la casa, al vegetal de la bebida de los dioses o la divisa de intercambio comercial de nuestros aborígenes: el maravilloso luminoso y colorido cacao.

La pintora Nunzia Valenti de Fajardo, planta en su cuadro como un sol, como un planeta, como una fruta al Limón. La medicina de los dioses. El sol ácido, el planeta verde, la nave espacial y natural del sabor. Para ser ontológicos: el limón en su limonitud. Lección de color: verde que te quiero verde de Federico García Lorca, la mirada de una irlandesa sobre la Colina de Tara o de una italiana como ella viendo el dorado atardecer en Ascoli Piceno. Todo ello en un limón que concita en él, al objetivarse como pintura, a la naturaleza y a la cultura humanas.

En los interiores de la ciudad de la pintura, encuentro el sentido de lo lúdico y lo fragmentario. Karla Valle en su cuadro Vajilla, sobre un fondo rojo esparce los fragmentos de loza de una taza y su escudilla que se han caído y trizado. En esta obra, aparentemente no hay lugar para la anécdota.

Es un exquisito juego de formas y colores. Pero podemos indagar a propósito del juego, preguntar de manera indiferente o inquisitiva: ¿Quién quebró la vajilla? ¿Fue un incidente o un accidente? Y podemos responder sobre la precariedad efímera del ser, de sus relaciones y sus objetos.

Y al final, pero no por ello menos importante, (last but not least) encuentro al Maestro Sergio J. Velásquez con su obra Junto al Momotombo. Una composición donde se unen interiores y exteriores, dominadas por un poderoso y rotundo volumen femenino, una bella y hermosa mujer que irradia la luz genésica y creadora desde su interior, para fundar un entorno de pana con frutas, pitahaya, papaya y mango; de ventanas con lago, isla y volcán; de estructuras domésticas y urbanas… Toda una alegoría sobre el ser de la pintura hecho mujer, junto a un volcán, en una ciudad lacustre.

Gracias por su paciencia, por haberme permitido ser vuestro cicerone y realizar un primer asedio a algunos cuadros, en esta exposición Formas y colores 2014.

Disfrútenla.

Anastasio Lovo
Managua, 17 de Noviembre de 2014.

Fuente de información:

http://www.foronicaraguensedecultura.org/formas-y-colores-2014-la-ciudad-de-la-pintura/

Autores mas reconocidos del arte nicaragüense.
Enrique Fernández Morales

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Poeta, dramaturgo, narrador y pintor. Nació en Granada el 25 de diciembre de 1918 y falleció en la misma ciudad en 1982. Estudió artes plásticas en la School of Fine Arts de San Francisco y en la Arts Students League de Nueva York. En Alemania se especializó en Educación para Adultos y en México se diplomó en Restauración de Museos.

Por el despligue renacentista de su quehacer artístico, Pablo Antonio Cuadra lo llamó “Habitante de los cinco continentes del arte”. Impulsó el arte y la cultura en la Nicaragua de los años 40, 50 y 60. Fue asimismo certero coleccionista del arte de su país. Su magisterio y estímulo propiciaron, entre otros, la carrera de pintores de la talla de la primitivista Asilia Guillén y del grabador y pintor, Ramen; y la de los poetas Omar D’León y Nicolás Navas.

Su trabajo fue reconocido con la Orden Cultural Rubén Darío y el Premio Nacional Rubén Darío (1970).

Rodrigo Peñalba 

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Estudia en Chicago, Academia de Bellas Artes, de 1926 a 1930. En 1934 ingresa en la Academia de San Fernando, en Madrid, España. Prosigue sus estudios de arte en la Academia de San Carlos en México hasta 1936. Regresa nuevamente a Europa en 1938 y allí permanece durante los años difíciles de la Segunda Guerra Mundial, hasta 1945. Presenta su obra con notable éxito en la Galería de San Marcos, Roma, en 1945. En 1947 tiene una publicación en la sede de la OEA, Washington y en la Galería Macklin. Participa en muestras colectivas entre 1948 y 1957 en diferentes museos del continente americano; Museo de Bellas Artes de Caracas, Venezuela; Artistas de América y Artistas de Nicaragua en la sede de la OEA, Washington, en 1953 y 1957 respectivamente.

Desde 1948 hasta 1972 fue director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Nicaragua y el maestro indiscutible de futuras generaciones de pintores nicaragüenses. En 1968 los pintores del Grupo Praxis le rinden un extraordinario homenaje en la galería del mismo nombre, donde presenta una muestra personal. Su aporte a la pintura nicaragüense ha sido inmenso y en la década de los 80 se estableció el Gran Premio Rodrigo Peñalba, como reconocimiento máximo para el mejor pintor de los certámenes celebrados anualmente.

Fernando Saravia

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nació en Managua ( 1922 ), es uno de los más connotados artistas plásticos con que cuenta Nicaragua. Es escultor, pintor, y maestro de generaciones. Fue alumno y compañero de trabajo del precursor de la pintura moderna en Nicaragua y padre del arte nacional, el maestro Rodrigo Peñalba ( 1908 – 1979 ), quien recibió una sólida formación en México, Estados Unidos y Europa, lugares donde maduró el oficio aprendido en América. De 1948 – 1979 asumió la dirección de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Saravia es el único pintor fundador de la antigua Escuela Nacional de Bellas Artes, que aún vive. A lo largo de sus años, de manera solitaria y perseverante ha sabido reafirmar su propio estilo. En su técnica se refleja la influencia del impresionismo y el expresionismo, enseñanzas que supo captar con maestría de Rodrigo Peñalba. Asimismo, es evidente en la pintura abstracta de Saravia la influencia del grupo Praxis ( 1963 ).

Armando Morales Sequeira

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Nacio en  Granada, Nicaragua el 15 de enero de 1927 – † 16 de noviembre de 2011 en Miami, Florida, Estados Unidos) fue un pintor nicaragüense que ha sido reconocido con el premio Ernest Wolf como el «Mejor Artista Latinoamericano». Morales ha mostrado su obra a nivel internacional en diferentes pinacotecas como la Galería Claude Bernard de París, el Museo de Arte Moderno de México o la Galería Belcher de San Francisco. En su país es considerado una figura relevante de las artes plásticas. Tambíen fue representante de su nación ante la Unesco en los años 1980.

Morales se mudó a temprana edad con su familia a Managua. Fue desde ese tiempo que empezaba a mostrar interés por el arte, pues a los 11 años pintaba paisajes imaginarios. Cursó estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Managua bajo la dirección de Rodrigo Peñalba. A los 19 años fue becado para estudiar en Estados Unidos, pero sería aplazado por no contar con los gastos complementarios.  A partir de 1959 participó en varias exposiciones internacionales en América y Europa, donde recibió varios premios.

Fuente de información:

http://www.verarte2012.blogspot.ca/2012/02/arte-nicaraguense.html

Pinturas de Nicaraguenses

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MARIO AGÜERO (Jinotega,Nicaragua,1952), es considerado por críticas diferentes como un pintor de paisajes eclécticos preciosistas y detallistas; al óleo .

Paisajes II, Mauricio Rizo

Galería Vértice, una nueva opción de arte

Armando Mejía: pinta petroglifos con estilos regionalistas y constructivistas, recrea y pone su propio estilo, la filosofía de la vida, muerte, y “el más allá”
 Este jueves se inauguró la Galería de arte Vértice con una exposición inaugural de arte contemporáneo.

Anteriormente el grupo de pintores nicaragüenses conformaban una cooperativa de arte, pero ya necesitaban hacer otra estrategia para que el arte en Nicaragua tomara otro rumbo y fuera un poco más abierto a todo el público, para poder alcanzar metas y ventas de obras, pues la cooperativa era más elitista.
“En Nicaragua hay diferentes niveles de artistas, nuestro arte tiene un nivel de galería, clásico, de profesionalismo, somos nueve artistas maestros de la pintura, de ellos solo dos mujeres, los más jóvenes tienen 20 años de practicar el arte.

Vivimos y enseñamos el arte, transmitimos lo más actual, nos remitimos e inspiramos a los artistas del siglo pasado, nuestras obras son de carácter filosófico, tratamos el subconsciente, la naturaleza, lo que vivimos, lo que sentimos, abordamos temas mitológicos, expresamos el arte surrealista, abstracto y figurativo”, expresó Zaida Benavides, maestra de arte.  En la exposición hay 30 obras de diferentes tamaños, estilos y costos. A continuación le presentamos detalles de cada artista.

*Armando Mejía: pinta petroglifos con estilos regionalistas y constructivistas, recrea y pone su propio estilo, la filosofía de la vida, muerte, y “el más allá”.

* Juan Rivas: pinta árboles que representan la vida y la muerte, las líneas de horizonte representan en sus obras la profundidad y la superficie de la vida.
Alfredo Caballero: representa su arte con temas mitológicos y filosóficos.

* William González: expresa la belleza de la naturaleza, colorido, fuerza y ambiente del trópico nicaragüense.

* Augusto Silva:
expresa en sus obras en la piel del árbol de tuno, representando el Atlántico del país, la flora y fauna.

* Laura Fonseca:
trabaja estilos cubistas y formas abstractas.

* Zaida Benavides:
simboliza los tonos de música y violines en figuras abstractas y Miguel Ángel Espinoza que mostrará su arte utilitario en madera y piedra.

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