El Ensueño de la Sombra

Ivette Mendoza Fajardo

Las ideas de un gorrión

Las ideas de un gorrión vedan el fastidio de la misericordia

-locución de los ermitaños

se flagela al nido del silencio

hasta estrujar en sílabas sus harapos.

Esencias de apaciguada luz ultrajan la existencia absoluta

cuando entre elipsis de lípidos malhumorados resbalan

en ginecologías de tristeza

aunque tiemble sobre la sed del tiempo bilabial,

la nitidez de la blancura.

Ahorca el antojo de la calma por la viruela de la sombra

cuando llega ráfaga a retorcer el fortín de los despojos.

¡Laceran los besos comprimidos!

y una quietud insinuante

difunde aroma en banalidad de terciopelo.

Ambiciona sonido sin tregua

donde un paso breve eructa remembranzas

en migajas de lunas y dulzura de acordeones.

¿Cómo un ansia de volar gruñe al barranco?

En el viento el eco se impulsa cobardemente

hacia la vastedad del infinito                                                     

y todo lo recompensa en sus cavilaciones.

La espalda del alma olvida cosas hacia lo transitorio,

al barullo de melancolías que desdoran a los siglos.

Tangenciales filamentos

Tangenciales filamentos

latiguean la inmundicia.

El pie mulle negaciones

entre lo negruzco dérmico de las mareas

y los uterinos escapularios.

La escenografía asoma en hipótesis

y enlosa el lucimiento del minutero.

La noventava blanca del sainete

parangona entre el mundanal

al infarto puro inexpresivo

de la perseverancia…

La calcificación estalactita

encorva la aldaba

junto al talón anegado

de ruegos, codicias y esperanzas.

La escalinata palpita:

electricidad porfiada

hidropatía y mortificación

que hace motivar el pestañeo.

El recoser tendinoso de molaridad,

desbroza tu puerilidad,

mis deseos,

mi esternón y mis uñas

lloran la titilante campanilla.

Un olor desconsolado alancea los yelmos entre piedras

Un olor desconsolado alancea los yelmos entre piedras

gladiadoras ilusionistas como esa mezcla de futuro y de agonía que

penetra en el limbo y solo el latido sigue caminando,

disimuladamente cansado y amonestado.

Por la guillotina sin hogaza del mediodía de sus marionetas

brunas, que al cielo gesticulan, va floreciendo la creación del

mundo refractado en ilusión saludando la señal muerta.

¿A qué sabe un sonido desenroscado de la luz?

Oigo agigantar sus brazos en las descalcificadas penumbras

como una carne blanda que gobierna tras el fondo de la

vida y que conoció de ante mano los juegos del misterio.

¡Ah parábola de rutina cibernética cuánto has hecho por mí!

El tiempo da un golpe mortal a su olvidada juventud sobre

la sílice navajada en audacia de sexo hipotenusamente ermitaño.

¡Qué raro, dije yo! El fuego del bienestar es un animal que en

sus noches vacías recolecta lunas paradisíacas de amor perfecto,

en su última verdad altisonante y en llamaradas afligidas.

Allí la gloria del delirio es el figurado placer del adiós que se

empeña a saborear la sagrada savia roja de toda memoria que

anuncia el presagio de los labios contra el juramento de la noche,

mientras la vagabunda lágrima agoniza poco a poco para

embellecer un ansia coloquial desde la esbelta virginidad sideral,

cual bisiesto rincón de garras mariposeadas de atléticas angustias.

Algunas veces la rigidez se avienta

Algunas veces la rigidez de la exclamación se avienta

en forma de boliche estallando ¡Boom!

al pasado y al presente de modo brusco; como

francos pesares que envuelven de dogmas

la paz nereida de los mares en la finitud

de sus ojos cíclopes.

Repetición de espectros en la disonante

pretensión busca una llaga gentil que cambie

el rumbo de las cosas; de manera ajena

la seducción es una teoría que marca lo incompleto

de la vida con palabras enfriadas por la historia.

Otros destinos se enrollan al cuello de los cuervos

como un fuego liberado que asoma su cordura por

el tercer ojo de Poseidón.

Juegos juglares del cansancio inmortalizan alas rotas

¡Ah sueños que besan el calentamiento de la tierra!

Lingüística de linternas fieras enchufan

contradicciones resistiendo las embestidas del clima

en salivas de colmenas emotivamente para cohibir

melenudo encuentro ¿Para aterrorizar cambios

sorpresivos? Tabacos de la impaciencia caerán

como palomas amenazantes ¡Caramba que dicha!

O caerán, caerán como la guitarra moquillosa del

despecho ¡Yuuujuu!

Un rencor a pecho abierto y fustigado

Un rencor a pecho abierto y fustigado

remolca la piedad desenfadada

que se traga a sí misma

en el desparpajo de la vida.

La sombra es la única perseverancia donde

el vacío se arrebuja como un intenso parasol.

Me destilo a impulsos me rastreo a empujones

en acuario satisfecho como brinco de cometa,

sin constreñir la injusticia que lo engendra.

Lioso estorbo del desengaño

moviendo marionetas deformes,

mientras los cuerdas se fusionan y engañan

protegiendo su profundidad como ese ruido

de la intuición.

¿Dónde se disipa el rencor?

¿En secreto talismán adormecido?

¿En senderos de pompas para gemir libremente?

Las palabras tiemblan de miedo

entre la justificación desdentada del pasado,

y las gargantas torturadas pretenden

destruir lo escabullido de la sinrazón.

Cuando se equivoca el torbellino mudo,

entre los compresivos desechos,

siempre taconea un alacrán.

Aquieta la verdad

Aquieta la verdad no hay palabra ni mandíbula

boom, boom de la noche infernal ronda angustia

es un abordaje desapercibida franquicia demanda

por la noche se acuesta el diente riente del día

acaricia hermanos y papalotes mora en un silencio y

fue tan grande en la oscuridad y amargo hasta el origen

muda quietud, temblor melancolía no pudo vencer el tiempo

ruido, ruido cuenta la historia de hoy se queda detenido

entre los objetos como marcando un despeñadero

no reverenciado hinca tu muela en peras peregrinas

grávidas en promoción de esperas que te abominan

que ni de cerca las veías… con profunda perplejidad

arrasa las orillas de la vida, la vida arrasa por doquier

como del arrasamiento último del buen final y los tentáculos

del labio humedecido en las pisadas de la querencia

¡Al huérfano vocablo de mi oreja! Temores del camino sobre

soledad de algas en corona de pupilas y sabia brujería

de tendones estupendamente amando sus cabellos de

medusa porque su cabello es su lenguaje buscando

monstros de medianoche que no le alcanzan los dedos

para nutrirlos de creencias aletargadas con el sabor

farsante de los siglos para no destruirnos mutuamente

son nombres que te llaman glotona de carnes rojas

hambrienta de efluvios ¿Para mis rudas cuestas?

Pelícanos de universos rojos se antojan de fieles cobardías.

Aquí capa de ozono

Aquí capa de ozono desde las sensaciones

más feroces en el inescrutable cosmos del

lamento, una locomoción nocturna atraviesa

los campos surcados de anómala materia que no

confiere razones y que preludiando se afirmó.

En comunión de espanto la gran voz de los muertos

hasta que todos secan enclenques la fuente de dolor

y oírlos en la noche sin asombro, algo allí desborda y crece,

desgarra el centro de sus siluetas rotas ;en su sabor hallando

el gozo, lo innovador es la manera como compones tu

imagen y comienza a carcomer la realidad con tal delicadeza

entre cifras despiadadas ¡entiérrate en tu acento! expela

monogramas como salido de mi desaliento y tu miedo rebelde

aumenta en cada embestida donde se han ido ahilando

en el pecho que nutría tus anhelos y la inocencia de un pedazo

de nube y saber que en ella vibra la copla de un torrente

cuando se abren sus dedos mansamente; hay asfixia en los

follajes de la lluvia ¿erosionan mis nervios en rutina?

La cartomancia invalida mis ideas, se ramifica en el frenesí

de la evidencia, hizo alarde de la fe jurada, es que los juramentos

me muerden los talones, atada a un círculo aturdido como

una monedita de oro !Oh luna empobrecida! ¿No escuchaste?

¿Todo en soledad sin ficción divinal te agota?

¿Dónde corre en el infinito tu demencia?

¿Es la noche una sombra de una muralla en las tinieblas?

La muerte inmortal desangra

La muerte inmortal desangra,

exhausta ilusoriamente,

en la mollera de la profunda

contemplación,

el breve instante en que el vientre

de tu nombre

levanta su escápula por el cielo

de su misericordia erizada;

quieta, ostenta lo dudable

como flecha del estriado anhelo,

la geometría del relámpago giratorio en la destreza adultera,

custodiada en el esplendor de su barbilampiño remordimiento.

En la gangrena dorada del futurismo extrasensorial

colma su consuetudinaria duna de despechos,

el hervor fugaz de su agobio gansteril

y anochecidos diques donde contradijeran el epílogo diacrónico.

Disparatada llega la explícita figura.

Tiempo de ver agonizar lo irremediable,

la cefalea de la verdad, la falacia anestesiada,

por el desnivel lioso de los encaprichamientos.

¡Hora de exponer!, cromosómico con el menester

que transfigura al tiempo en un alborotado regocijo.

La animosidad del destino

La animosidad del destino es un cuerno sin aire mórbido desafiando

El casco perezoso que marca un pantano materno

La ignorancia iracunda que no encuentra un freno enviciado

La ligadura destrenzada del amor insalubre cojea

El lugar deleitoso taña sus sonajas profundas

La boca del brazo que metamorfoseado fuma el viento de rabia

El punto del tacto caminando por la paja del ojo ajeno

El blue jean desinfectando recuerdos embravecidos

La gesta gestando la decrepitud del soplo divino

El desvanecimiento de la eternidad que inflexible gobierna

La silla torneada muere de vieja muere triste y cansada

La firmeza de la idea lame el contorno del párpado iluminado

El rectángulo del agua que baja por la insolente escalera

Las afonías del ruego y la lenta mañana se entrechocan

Las injurias anegadas soñando sus muertes sucesivas

El temeroso delirio del mar quebrando el diente catequizado

El miedo putrefacto y el rencor vienen trapicheando melancolías

El ruido metalizado inútilmente seca sus manos sudorosas

El bla bla bla infernal que toca el olfato de sonidos zurcidos

El quiquiriquí demencial permaneciendo aquí conmigo

Aquí yo ondeando en el linaje de la madrugada curvilínea

Aquí yo ondeando en el linaje de la madrugada curvilínea,

engullo la tibieza de la hierba acariciada y desertada, en cada sopor

de áncora humillada donde la palidez del fuego aprende a leer rarezas.

Aquí me siento dueña para hablar a solas con el licor pícaro de

silencios sin caderas, que quede grabado en mí un Vesubio

que calcine mis preceptos membranosos y que cada día vayan muriendo

poco a poco. ¿A qué hora se desuella nuestro amor oscuro?

Refrescante tarea carga liposucción de noche golosa que al

estar quieta exhuma los espacios marchitos de tu incauta mirada.

¡Pompeya vivió la inmisericordia mefítica de un averno viviente!

Prohibido respirar impiadoso ante la perversidad de cenizas con gestos

congelados en la eternidad de las visiones hasta el terciopelo

áspero del suspiro frenético. Fragmentos de mares en la Odisea

despampanante de razón dócil inclinadamente ornamenta

la imagen perdida dentro del caldo ígneo amargo de la vida.

¡Hoy me haces recordar! Emergí desde los escombros de un

Big Bang buscando la mano del milagro pero era la patria de los

fantasmas que se esparcían a mi alrededor con los ojos

abiertos y cantaban “It is time to say goodbye”

El domingo por la mañana todo y cada uno titiritaba

El domingo por la mañana todo y cada uno del entorno fortuito

titiritaban de ansias, pero no era la sonrisa del sol de oscuras

inocencias, ni la queja de aquel colocho en algarabía sinodal,

tampoco era lunes con sarampión de arbustos bondadosos

cayéndose entre puntos suspensivos ¡Plaf!

¡Oh tesoro de disfunción coqueta!

¿Era martes familiar y taciturno? ¿Era el paisaje virtuoso?

Miércoles preguntándose en el vector enhebrado

de sus reproches hacia al sabor luz indomable

de su triste opulencia. En cierto grado, apenas

podía divagar. Guardaba su respiración en una

caja de pandora con el filo punzante de la vacilación.

Jueves zurcía el desdoblamiento del adjetivado cuac cuac

sobre un meteoro masoquista con zapatos voladores de

carne y hueso ¡Ay de él! Cansado de lavar sus culpas

echaba espuma por la boca. ¡Nada podría detenerlo!

Ah viernes en sus premoniciones de humo cada día

izaba la bandera del insomnio para aplacar el

hambre de los dioses del Olimpo.

Sábado preñado de caricias agridulces y tormentas,

la natura lo arrojaba al mundo para cultivar el pío pío de

mitologías olorosas, y aquí murmurando yace oliendo a domingo,

sobre sus dos costados como en su última estancia fervorosa.

Tréboles de secuelas desterradas

¡Ah tréboles de secuelas desterradas!

reflorecí en tus errores, en lo inmensurable.

Multiplicación de pesadumbres se han disuelto los miedos

que no quisieron ser áloe y mirra, claridad y ámbar,

ni claustro lleno de discordias, ni ansiedad regurgitada

de muecas amontonándose por resonancias malabaristas,

como cascabeleos de mi azul.

Y no deseó de revueltas bramadoras

con el polvo, con la arena, con el légamo, con la piedra,

con el agua

marchitando tu lengua conquistadora

tragándose todos y cada uno de los mares hasta el hartazgo,

pueden aguantar aunque ya no aguanten más,

ruégale un rocío fructificado desde mis

sienes rotas, como costumbres del azar.

Aquellas cuentagotas

que se callaron sin piel al catálogo

de mi ayer

¿Qué más dejaron en simetría explicativa?

Un bucanero suspiro asonantado se eleva,

en contabilidad de bisontes y gorriones,

gorriones de corazonadas aletargadas y aletargadas caricias abisales

sin lágrimas ni risas en el silbo embrionario de mi universo bonachón.

Septiembre se insubordina

¡Septiembre se insubordina!

con el embrollo cruel de los sollozos

afuera pereza de la catacumba va acumulando

su codicia entre cifras ilógicas de la muerte;

toda la quietud dormida del ímpetu apagado,

contra las rocas

expande su plétora de placeres de locura

su blindada bondad andariega entre las alegrías sordas

su broncínea percepción en la neurosis callada de la sangre,

¡Ya nadie a contraluz se aventura

en este minuto enigmático de la mañana!;

asmáticos los ruidos se mitigan al

enraizamiento mediador de los días, por donde

azuzan sus olores en el fuego

con hipnótica prudencia

así como esa gratitud domesticada de monólogos

frente al derrumbe rojo del elogio, del elogio llamativo de olor gris,

la mañana es un lengüeteado despertar sobre los pantanos

la noche un rey de corazones depilando la piel de mi soledad.

Pasa y mira al horizonte el clavo martillado por su luz

Pasa y mira al horizonte el clavo martillado por su luz,

escudriña el cincel su ser interno y muerde la noche su miopía.

El filo del cuchillo es otro camino de ambición martirizada,

¿Dónde el hierro lactante duele y se retracta en breve justificación?,

la erosión de la vida es miedosa y es valiente

es un sueño de ojos rancios con dolores y alegrías… es paradisíaco…

que usurpa la modorra inopinada de los átomos.

Cielo y averno invaden los vapores huraños del mañana.

Tiempo generoso… nos regalaste el púrpura del milenio.

¡Aquí queda la báscula resentida sudando eternidades juveniles!

El cobre primordial se exilia, termina su recorrido por la tierra

con tambores de lumbres y truenos para coronar sus días…

¡Son dramáticos los ayeres navegables en nudos centinelas!

y se cuidan con laicos revólveres, cariñosamente se apretujan

entre ellos para sacar una ingenua risita apocalíptica.

Rebotan mis palabras en nubes de colores capitalistas

Rebotan mis palabras en nubes de colores capitalistas,

la sombra carnicera se adelanta oscureciendo el recuerdo malavenido;

la ciudad homeostática respira lágrimas frígidas y nadie viene en su auxilio.

Ser un látigo magnate a mi antojo para domesticar la angustia samurái.

No hay soñador que sueñe las venas asombradas de mi noche mesopotámica:

generosa, azul, obediente que le roncaba al mundo fauno aturdido.

Apagado está tu reino absorto, muerto el rubor del espíritu al estilo intruso:

y su boca que enamora rastreos en alargados túneles de ideogramas

no consiente la inseguridad ni sufre la inmisericordia: y ahora está

en tus pesadillas y caigo sin voluntad en tu deseo, puede llamarse

adulación pecaminosa ¿En un entorno de puros impudores?

Burlescamente hiere un agua cósmica la rosa espectral que oxida el mundo;

¡tan inquieta! Que podría inquietar todo… entre la pasión y el fuego,

entre el cuerpo y el alma, ¿Será que como vida abrazan soledades?

Apaleada intrusión dióptrica, hexasílaba de llovida voluntad de hemisferio

dormido

pregunta a los que llegan: ¿Por qué la memoria adormece ante el misterio

adolescente? Más allá, más allá, un subversivo clamor es una vanidosa pantera

en solfeo mayor entregada a las obras de caridad a pesar de tenerlo todo y

nada.

¡Ay! su corona punzante de hermanastros polinizados en fulminante mono

trapichero de impulsos valerosos barajeando alopatía y limadura, migajas y

barriletes ¡Ufff!.

Desata, luna, la cacería del contentamiento

Desata, luna, la cacería del contentamiento

como el lienzo blandengue que simula el cielo

y la fachada entiende la ferocidad de las herraduras.

Bajo los fachosos acueductos,

entre las jocosas resinas,

la roca, el viento y las estrellas

tienen sobrados conocimientos para argumentar

aun cuando no esté su acecho, en buen provecho,

como el llamado valeroso que luego obtendrá sobre el orbe

en su frígido tormento.

Batido por la vida,

la determinación del fuego granjea, como derrota,

las caras del léxico diamante;

mientras que el histerismo de la roca en

las alas del huso virginal,

en el titilante final es un tendón digitalizado de vendettas.

El extraño rugido con que se ablanda su certidumbre

se acoge a la tristeza pueril de una lágrima erógena,

¿A quién comprende en su misión?

La exclamación estudiosa no ama la herradura,

pero entiende su fuerza corpulenta.

¡Nada deshace la roca si no es su designio dopado!

¡Nada doblega al viento si no es su mismo sufrimiento!

¡Nada alborota las estrellas si no son su misma sabiduría chamuscada!

Una estrella dulce es un niño astral esculpido bajo el llanto ígneo del silencio.

Economía demencial

La fuerza del mercado demanda en tridimensional,

deslizante matriz de recompensas intercambia

oscilante al método inductivo del tiburón concientizado.

Moneda de tus párpados monopolizada germina ganando

tu venganza en la plusvalía de su voz;

tu alma desdentada entre la quiebra y el consumir exhausta.

El subsidio incendiando con sus flecos iracundos

la teoría de los juegos vandálicos, la trampa de la liquidez

y perdiendo su utilidad marginal,  tiene mal humor,

tus ojos en un acto de conformidad, se alegran negociando;

tu cuerpo celestial en la arena se aviva activo circulante.

Hay como que un giro bancario balancea amorosamente bienes

y servicios, sesgado en estas conveniencias muestra

curvas desbocadas en la elasticidad y habilidad del riesgo

rodando, músculos, tejidos y tendones se rebelan

ante los precios desleales, su horizonte de proyección presta lo que

no es de Dios, tu ansiedad llora en tu déficit presupuestario

y tu tristeza inversionista muriendo en rodillas asustadas,

tu espíritu analítico meditando en estado corporativo. 

El tiempo cuadriculado

El tiempo cuadriculado a ras del cielo transcurre en el anzuelo

de un contrabalanceo de ideas tatuadas que en la pretensión es

un gratificante maizal de luz muerta. La punzante anchura de la nada hila

poliedros sucesivos

de madrugadas abortadas. ¿Quiénes navegan las angulares raíces

de caderas libertarias que humildes se niegan a ser reverenciadas

por el emplaste pasional de la bruma?

¿Por qué indecisos apéndices de fuego repasan la sublime

fetidez de la escarlata grotesca?

¡Candores incurables envían panes del dolor a la palabra mortificada!

Algo se conquista hacia la voz asfixiante que todavía no

ha agonizado . Palpar sus manoteados anhelos por

dentro resbalan sobre los problemas que no han aflorado desde ayer.

Ejecuta márgenes el látigo. Lo profundo y meditado ve sufrir.

Hay una rebeldía en cada cosa y es la sabiduría de un tendón.

Y aquel coro de huesos que se escapan superdotados

por cada respiro sintonizado cuando siente mi corazón enmudecer.

¿Qué serían los rasguños del viento que dan el deseo de llorar?

¡Ah talvez uno con demasiados recovecos y sin esperanza!

Mis ojos reposan en las plaquetas de la noche

Mis ojos reposan

en las plaquetas de la noche disfrazados de nubes anémicas

y siendo máquinas rencorosas

estallarán soledad como nervios apiñados musicalmente.

Su deliciosa verdad alertará una laguna que florece de humildad

donde se acurrucan las piedras en su aerofagia recurrente,

juguetonas, vírgenes,

igual que en la mueca rural donde nos hace

recorrer por siempre recorridos de esperma de

yemas vulnerables.

Sucede que ahora entraño colorear el silencio

que te convirtió en usurpador de luctuosas amígdalas,

amígdalas acicaladas de sonidos domesticados, domesticados

de caricias pensativas, pensativas

de llanto ambulatorio.

Su hipertonía declamatoria silenciará mis lémures;

empapará de voces mi retorno con mi sombra a cuestas.

Y sobre el ojo de la nostalgia descamisada de dulzura

ofrendará su equívoca apariencia sobre lo ya muerto:

porque simplemente todo era, un ávido recuerdo codiciante.

La agorafobia del dolor y el destierro del alba

La agorafobia del dolor y el destierro del alba

han sido fieles creyentes del instinto oscuro,

tras la rubeola de sus labios

no hay hora que se anestesien,

ni catarsis que los santifiquen

ni compulsión rabiosa y exagerada

que les reanime

a tomar algún esquema corporal

donde en descuido sus razones se queman

por resucitación cardio-crepuscular

a cara descubierta ante fantasías diurnas,

no cambian sus pantuflas con oclusiones coronarias

por la sangre profana de la luna,

ni seducen los pellejos de sus neuronas aprehensivas,

hoy asegurándose aplacar el tono irreverente de sus miedos,

cicatriz cínica obnubilada pierde su consejo práctico,

porque los pies se le derrumban como astillas quemadas

y yace extenuada la obesidad de sus mentiras,

su gemido lesionado es la oftalmología de su movimiento

parabólico ¿La ruta incierta de su sombra?

¡Se deja auscultar con la frente en alto!

Reconozco la voluntad del instinto

Reconozco la voluntad del instinto preciso, voluptuoso a veces caníbal.

A pesar de los pesares la ida agridulce de la melodía ascendió a los cielos.

La gotera del tejado se deprime desde el atardecer de lluvias vagabundas.

A simple vista las pantorrillas del silencio aguantan el aislamiento de un día,

enrojecen en la cinematografía de la inquietud delatora,

a troche y moche crecen acantiladas en los emblemas del ciclo lunar.

Quitándose la venda de los ojos, la ilustre hiedra de la muerte sostiene su

historia.

Dijo el poniente al favoritismo “Voy a beberle al tiempo las palabras”,

la iniciativa insípida se obsesiona en desaparecerlo del mapa. ¡Ay!

La verdad amarillenta canta victoria en una galopada de sueños.

Una fiesta ceñida cava su tumba midiendo el cuerno de los claustros

lamentablemente la sombra de un duende es atrapada con las manos

en la masa en complicidad con la fábula del letargo.

En un círculo vicioso la oquedad del grito es esa pestaña indomable.

A la metafísica del hambre y de la saliva sus trajes de madera eran

las oscuras cavernas de sus emociones.

Puño desamparado de espinas en bandeja lo quiere todo hasta el

firmamento, y es el origen de un garabato embriagador, su peligro

traspasa las puertas del desconcierto.

Duele en carne viva, en mí la pregunta mordaz de los reflejos.

La señora de los truenos en fila india saca sus pecados

y en olor de santidades se derraman con el jocoso brillo de su azogue.

Carcajadas lloronas siderales

Carcajadas lloronas siderales en el hombro robusto

de la distancia tragan cien mil imágenes de fuego.

Castidad redimida de un espíritu lleno de miedo

lleva a cuestas el conjuro presumido de la no sabiduría.

Mientras comprende bien a la nobleza de la epifanía,

su zozobra lo inquieta bajo el hierro iconoclasta

hambriento y saltarín del mundo paralelo.

Semáforo de apariencias llega a la orilla de mi extraña

voz resucitada, el pánico de sus flechas más veloces son sueños

indigentes y precoces que en las exquisiteces del alma

negadora cuenta cómo el amor es un estallido inquisidor

de mañanas sintéticas donde se esclavizan sus huellas leales

dentro del pistilo geniculado de mar muerto.

¿Nos desgobierna la cara de la vida en catetos audibles

de la desmayada luz?

Al no tener precio, la desnudez inocente del tiempo suma y no

resta, contempla y no inflama, vierte y no agoniza

el ardor de las constelaciones ya que a partir de su hora

cero el universo es un subsuelo de olfatos patituertos,

buscando su estabilidad mental en las gredas de una sed

indescifrable y sin gastar una gota de sudor se transforman en la

eternidad filtrada de espasmos milenarios de ojos dolidos.

¡Ah posibilidad generosa en este largo y cabalgante misterio!

Ni el colofón mensajero amarillento

Ni el colofón mensajero amarillento ni la magia más agobiada dentro de natura.

Ni el arañazo arrepentido ni el astro mezquino doblegado ni el infértil sudario.

Ni la más piadosa madrugada esperando ni una tarde agitada y moribunda.

Ni el enfado diurno con sus botas puestas ni regresión en fuente de ilusión.

Ni la pianola afligida para el embate aburrido ni alienados óvulos de mar.

Ni el ofrecimiento enfurecido por cinco centavos ni sol con revólver.

No el trastorno en el oleaje de marañas ni los bolillos en preámbulo.

No el grandioso silencio de la primera confusión, no broncínea luna y arcilla.

No zamba de locura ni miedo fibroso, no la pretensión del auto arrullando mortaja.

No el llanto de llovizna quemadísimo que no aprendió a callar ni a encallar su barco.

No puja lo que tiembla, no daltonismo bañado de luna ni blanco flotando en cosenos

Ni la oscuridad del cielo, ni rastros que nacen en cualquier parte ni fecunda el anhelo.

No torpes ayeres del norte dariano ni hertziano hilillo mochando conjuros desganados.

Entender todos los Beethovens y los Picassos resulta abrumante.

Un Mozart que cuida todavía su solfeo encerrado sereno entre nosotros.

No, ni yo, ni tú ni el Perseo soñando, ni la ninfa que cruza de pronto el vacío.

No falsificadores majaderos de crepúsculos, ni a la ingrata odisea ni parábolas

niños.

No queda no más allá, allá ni más ni menos un Danubio catrín ni que fueran todos y cada uno…

Las escapulas liberadas

Las escápulas liberadas,

el pelo dormido,

desigual.

Han dejado sus miedos dentro del último tranvía,

ahora se humanizan su presencia.

Una gloria inservible

y las diéresis meneándose en la madrugada,

reconocen a veces un empate para el ofuscamiento.

Están ordenadas sobre el sueño eterno del jardín

y miran sin ademanes

la saliva que dejan en las baldosas de pasiones

el mástil de la fortuna almizclada.

Escuchan canciones de astrales ruiseñores.

Apacientan en sus vientres mis olvidos.

La expoliación de sus pieles y la parsimonia de Octubre

me brindan su talento decoroso

y en un parpadeo gutural borran mi estresado mundo.

Sobre noticias sin virgo

Sobre noticias sin virgo que muere en mi entorno poco a poco,

sobre lenguajes sin úteros como la tosquedad del destino,

sobre tus pasitos de gato

porque no tengo más remedio ya que ni el sol me escucha

porque he envejecido cruzando triste lamento, reclamando

la movilidad inexorable de mi lengua en la cumbre de las palabras

entre tu aurora virginal y mi ocaso, el tiempo se irrita moribundo

como un triste cántico de dolor desde sus mansas bocas

como el sordo estertor de la agonía con mano segura

como mis dedos disgustados con sus instintos de opresión;

como luz azul y luz de alabanza, agua de la espera y agua del perdón.

Confesiones secretas de la blanca armadura, temblorosa

lleva la angustia de la vida, temblorosa lleva la responsabilidad

de los cielos. Carece de ojos, carece de encanto de piernas pactadas.

Y produce de sus labios un efecto especial calibrando el amor.

Y en el margen, con rabia y dolor, buscando la niebla, sobre el orbe dormía.

Y engulle posesiones, arrebatos, presencias, despedidas, retratos.

Y se embriagaba eruditamente con el bálsamo de tristeza rencarnada.

Y que más tierra y fuego, agua y aire, luz y oscuridad, cielo y averno.

Y que más…

Se moviliza en la zona esférica del precipicio y madruga

Se moviliza en la zona esférica del precipicio y madruga,

viniendo desde la marea oscilatoria, misteriosa, blanda, densa,

una sílfide alada, como alma encubridora de las aguas,

corre como la angustiada flotabilidad de su carne de coral

que en el fondo era un fotón aventurado engendrando

el milagro dinámico de la pretérita soledad,

era ya apática, y flemática, y recóndita, y sin forma;

era como la nada reversible de gran cabellera, sonámbula

junto al mar en la noche nadando sobre lo más hondo,

junto al mundo de piedra eterna apenas cantando

su existencia efímera,

carnal y agobiada y llamea y ruega y gime y escucha trémula,

extrae uno tras otro electrodos del blanco silencio llovido

de expectantes constelaciones de calores durmientes,

y sueña, se deprime, sueña,

su inocencia copia una vida, fosforescente y sedosa

que acepta un dios divino

hecho hombre que huele a luz magnífica

y una tierra infinita de desencantos.

El deshielo de la onomatopeya

El deshielo menstrual

de la onomatopeya

recordada ¡Aja!

por las ecuaciones del martirio y

son pulsaciones terapéuticas

para toda hélice abisal que

monologue

en el carburador virgen de

una interrogación latente.

Toda correa y diente sus

estándares desgranan 

descamisados iones,

suplicándole al neutrón ahorcado

menopausias discutiendo

formar almas desequilibradas.

Cada onomatopeya guarda

corales meta-espirituales

en sus oídos;

hay nebulizadores que

quedan incoherentes

entre pieles de inercia subscripta

en los caprichos ideales del

llanto ladrón contra las

cervezas de la natalidad.

Un tenedor subyuga la existencia de la servilleta

Un tenedor subyuga la existencia de la servilleta

entre sus torpes muslos,

coloca filamentos en el circuito de las emociones

y el fulgor ferviente de energía exótica al final de la quimera.

Muestra y sondea instantes en la distancia sin grosor

retozando entre platos y cuchillos.

Pero eso que no palpita en la sabiduría de la mesa

ni en la frente del neutrón unísono hacia al insomnio,

abolla lo nocturno con sus pies helados.

Evoca analogías para todos los motores de la vida

y pirámides jorobadas en el aire irracional del tiempo

determina el bien y el mal en la sonrisa de la materia

y la señal relativista que lo recuerda respirar.

La filosofía matinal que desemboca hacia la luz

es su trasmutación a filo de obsidiana desde el asombro.

El tenedor existencial y alocado es un puño de

 de corazones cinéticos que duermen en la nada.

Aboquillada sabiduría

Aboquillada sabiduría

una sincerada ciencia como heno aburguesado

emergerá acuartelada entre las ruinas del

murmullo de pupilas intransigentes,

donde ahora se enfrasca enfrascada en su fracaso.

Otra vez el acecho acecha oleaginoso, suspendido

en su pausa, a la indiferencia y a la palpitada capacidad de dudar.

Son percepciones que resisten desde la resistencia de su razón

contraria al idealismo alabeado de la potencia flagelada.

Mientras tanto aleccionan hasta el último avezado recelo

con la biósfera campechana y la desaliñada irrealidad avituallada,

el zángano reblandecimiento con vientre recíproco favorece

a la reprobación de otro dislocado intento y otra abrumada penitencia.

Las conclusiones del griposo golpetear se hacen intangibles

al intentar remarcar el marco de sus sombras vírgenes

como los desacertados revoloteos de la abulia en la espuela,

como la pusilánime viruela que en paralelo rema mi eternidad.

El resquicio traga paisajes sincrónicos

El resquicio traga paisajes sincrónicos amaestrados,

como ese desprendimiento insensible en

ojerizas melindrosas ante el hinchamiento

capital de la antipatía consoladora del remordimiento

zarandeado.

Desde lo más lejos del servilismo centrípeto,

la imitación emplaza el sueño monopolista

con puñado de agruras acobardadas

que se atusan como acogidas temporales

en la belicosidad de la carabina exhortada.

En la madrugada recién fortificada

los labios del sol me besan como una señal de última firmeza,

mientras la ductilidad o el apareamiento de nuestras almas

se sorprenden en un estallido hiperbolizado.

Afuera el pronóstico del tiempo y la imaginación

se disputan la algarabía en la flacidez atosigante;

la administración de los asombros en el doblegar de sus agallas;

la reverencia de Hércules en tiempos de guerra.

Rayuela enchironada

Rayuela enchironada,

finiquitada de horas absortas;

rodillas curiosas y bisbiseos gentiles.

Su virilidad planchada flota en faroles agraciados,

cieno paternal cabrioleando con un mar oscuro;

tu onda expansiva sin miedo ni limites,

y velozmente se excitan mundos de hierro.

Vuelo de gorriones renegados con soles matarifes

en la rosa eléctrica sin electricidad carnal en su vientre

ni electrodos ultramarinos a la cleptomanía doblegada.

Expectación compasiva; recelo planetario.

¡Almas solventadas se alejan de su camino audible!

−de cualquier malevolencia a la médula−,

llevan oscuros flagelos, viscosos,

que carcomen, engullen sus despechadas lógicas,

cual buitres en festines babilónicos…

se desgarran, se desgarran, se desgarran…

Siempre demacradas, y selectivas.

La vida acepta su suerte mirándola con gloria;

¡Aja! se enchirona la rayuela.

La luz, huye de su cuerpo, sacudiendo los cielos…

Una toga de penas inadmisibles

Una toga de penas inadmisibles

contra una toga de penas inadmisibles

hace nido sobre la bolsa de valores con saña, y

errados a la belleza rota, la vagabundez del mundo

tropieza aquí conmigo y se llevan del horror los

desórdenes públicos.

En las calles gravitan los resoplos de olvidos beatos.

El corpiño proletario del bien y el mal,

justificando su egolatría generosa

me circunda y me somete

frente a la aguja piadosa del misterio.

El águila muerta de mis ojos trapecistas se desnuda

ajustada en la montaña cavernosa de mi garganta

y a un réquiem de añoranza desamparada de burdas

burlas bofeteadas.

Para deleitar las tórtolas lunares de la vida

acepto un fotón de idolatrada soledad y un

tiempo reprimido contra las olas de la razón,

busco la herida de un océano hermafrodita y presagios

herejes en la campana juvenil de tu mirada fatigosa.

¡Develo un mundo que no entiendo!

¿Por qué calla el basalto extranjero de los días más versados?

La vulnerabilidad de mi esperanza

Antes, yo pensaba que la vulnerabilidad

de mi esperanza

era un enigma evaporado en el silencio,

un cateto triste bajo la palabra amorfa

embestido contra la curvatura de la verdad.

¿Quién diría que fuiste mi alma en las colmenas?

Apostaremos que jamás alumbramos mundos

cuando la abolladura de los mares

ataviando de corales confianzudos

nuestro más íntimo secreto

y los delfines de la sombra eran la

germinación de las aguas soñolientas.

Entonces,

se abotagó la pubertad de mis sienes

amordazadas y me di cuenta que eras tú

quien hiperbolizaba mi ruegos

en los espejuelos del poniente

mientras te ibas derritiendo

como el fuego en la nieve sin rescoldos

en el acelerador calmoso de mi conciencia

cuando las horas resollaban tu norte

juvenil.

Fragmentos de circunferencias vigorosas

Fragmentos de circunferencias vigorosas se tornan fuego

en cada hipotenusa con destino alelado

de la sangre achicharrada, la asíntota horizontal sacude

la lámpara feroz de su polígono, que no pernocta

en la mitad de amplitud dolida

de miseria que se acumula amarga en la memoria.

Si los cinco sentidos dialogaran

tú me escucharías,

si se detuviera el tiempo entumecido

los planos cartesianos hablaran a calzón quitado.

Detrás de un fulgor oscuro,

que no estremece

la guija de los corolarios y el prestigio de

de un ángulo obtuso ,

sus rodillas lloran las raíces cúbicas de las estrellas,

sobre un ansia cercenada en blanco

y a pecho abierto.

Se tentó el poliedro risueño a pie firme,

y más firme que nunca

se ha doblegado ante las horas que aún no me observan.

Rubores de números fraccionarios entrometidos

están encaramados entre las ramas de mi universal destino

y se anidan…

y se anidan…

sobre la posible afinidad disconforme de

triángulos rojizos y blancuzcos del atormentado vacío.

Se pierde la catedral del tiempo en la sonrisa del insecto

Se pierde la catedral del tiempo en la sonrisa del insecto,

la trinidad de la historia roja se soltó a rienda suelta,

cabalgando en la percha de un lenguaje arcano. Por siempre

la cintura mimosa que maquillaba el yugo arrogante,

en desmemoriado momento de un poder sonoro,

se quedó zumbando al rudo cañón por la gran tozuda victoria.

Nudo de ondas huérfanas las indumentarias picaflores,

bozales fugitivos pintados de siglos y vientos,

bajo la magia oculta, perdí el mercurio milagroso

del alma.

Ahora mi esencia es un tronco insensato en su desnudez

total envolviendo un ángulo resignado,

esclavizando transparencias y yergan y yergan cada instante

sobre su opinión clásica.

Corazón pacificado

¿Dentro del corazón pacificado?

se pacifican feroces tinieblas,

tinieblas que marcan los pasos

de una conciencia añil, añil de espectros

fugitivos que se enmarañan con tiempos

convulsos, con carmines dilectos,

con vestiduras de luces fugándose

en la equivocación rumiante de la vida.

Y mi cuerpo era la insignia cegada

que atravesaba el mundo

hasta el punto de fosilizar

la terquedad de fuego ya frío.

Tiniebla grandiosa de sensatez planetaria

entre planetas no siente la necesidad de

conspirar y ya no desmenuza mis devoradas pasiones

ni en sueño de reflexión popular

ni en el torrente de ojos congelados

ni en la boca espectral de su linfático delirio,

muerde sombras de agujeros sumisos,

de vientos sin ombligos en la campanilla de

sus males hasta saborear el ultimo día

su consuelo mendaz.

Preposición rocambolesca del oropel silencioso

Preposición rocambolesca del oropel silencioso,

diversión y consuelo que impugna al encontrarse,

azora en nervura a los ojos, los aturrulla y reubica.

Charles B. bebió en esta feble remembranza

un sonido emocional de quimera en estrépito marciano.

Hacia el esbatimento del pañuelo el camino se enajena

y nadie sabe si constriñe o si un día desacerbe

a mantener su luz la ecuanimidad del tiempo.

Mientras suben los coloquios el alma de aquel camino,

las más estrafalarias maneras conjeturan luego a obstinarse,

a dejar ánimos destrabados bajo un mundo despiadado.

El fanático acaso siempre es la herramienta que azuza

lo irrisorio de los cielos.

Oscuros tonos abatidos de las tempestades

Oscuros tonos abatidos de las tempestades,

antojos, arcoíris, mármoles, entre ilusiones

melifluas que nadie ha tocado, allí, en el piélago,

donde un adagio hilarante, contra la perorata del sol,

hunde la mañana al fondo del infinito y el reconcomio

le absorbe con su boca perplejidad sombría.

¿Qué hipérbaton vitupera su apoteosis si cabalga

en lo más estrepitosamente blancuzco del silencio

maniobrado por el translúcido y dulce?

Pero en la hipérbole que contagió la chafarrinada torpe

esa diadema carnal del reconciliable vértigo

parece un peñasco altivo; y está persiguiendo

y callando impunemente al indefenso estancado.

Alguien esculcó en reverso la noche y las estrellas

respiran abandono por segunda vez como una sideral

herida. De su labios brotan las silentes madrugadas

y fanatizan de vez en cuando hilos de calma de luna prolija

sin dejarse amordazar, mientras un relámpago

pertinaz se percude… por claro y oscuro.

Flor ansiosa

-¿Quién recordó la benevolencia perenne de la flor?

¿Quién volatizó el pequeño obelisco de la hormiga,

de la abigotada piedra donde se acopla la ansiedad?

Cuando la falange murmulla ya deja de respirar silbidos;

la cautividad es la linterna voluntariosa que ampara

su flor de vagarosidad filtrada;

la flor que no rompe ella misma el umbral

irrazonable de su gentilicio, de su propia xerocopia

aniquilada como un dragón de delirios hasta el fruto inmortal.

¡Su reconstrucción se atiborra!

Bajo la misma escafandra

Bajo la misma escafandra que el tiempo ha oxidado

se desordena la memoria matutina del chiflido astral.

En el novísimo verdor entristecido

la pregunta malsufrida se retuerce, se cierra en el frío

en cometas sañosos que el hierro injuria.

La onda acústica me juzga me condena

como un metal rayado por un relámpago exorcizado.

La noche taimada torna su oscuridad en transparencia.

Las ideas se golpean contra el viento mojigato.

Nada se rellena ni se evacúa

en el rosal de la sepultura mugidora.

Ni el árbol problemático en su exilio renunciará

a su conocimiento.

Ni el séquito del misterio regresará tímido y elocuente.

El chischil entró por la puerta de los sueños

El chischil entró por la puerta de los sueños gentilicios

a un ordenador varado sobre la rutina reconfortante del mundo,

para posar en números binarios en las arterias de la inocencia,

donde los emoticones navegan lentamente como tortugas necias.

Un pixel es un adiós invertido, una trompeta

espantando el andamiaje de la soledad en blanco y negro.

Un escuadrón marcial de hormigas

que ataca el RAM y lo convierte

en nostalgia electrónica y pereza reprogramable.

La comitiva de la añoranza apresa contrariedades

de nivel neural en regodeos,

machaca unicornios a mansalva, pregona un deseo

cuando duerme el zócalo de la hierba estructurada

en el fusible constelado de entusiasmo fotográfico.

Al reverso

la inquina del monitor desorientado es un kilo de luz recién laminada.

La brizna del pellizco, una mano otoñando en las ventanas

rupestres de la vida

que me deja su resuello en el alma y el amor virtual

en una galaxia mimosa, indoblegable y futurista.

Brilla la oscuridad con sus ojos parpadeantes

Brilla la oscuridad con sus ojos parpadeantes,

se aclimata en el dorso de mi alma

y ese brillo trae restos del Big Bang,

restos de sollozos melodiosos    

de estrellas que no han nacido

o que se desvanecieron,        

entre agujeros negros

y la oscuridad es un ojo mío pegado a tu

niño interno

y en nuestro entorno

un gira-sol ataviado de oscuras esperanzas.

Plenilunio en

oscuridad extasiada,

sensibilidad gravitacional y marea trascendental ,

labios giratorios en regodeos

alameda de corazones 

rencarnando, fruteciendo

el océano que nos hace un fotón de luz

hasta perderse.

La canción tiene universos paralelos

La canción tiene universos paralelos…

ejes y vectores en la distancia ciclotímica, hoy más que antes

-mil ojos grandes regicidas como huecos sin sombras afligidas-

¿Y el minucioso prisma que ecolalia no olvida?

La canción vive su vida con ideas delirantes y no se escabulle,

con el filo de la tarde musitando perplejidades,

hiere los cometas con sutilidad devoradora y charlatana

y entre agonías y sudores duerme con sus esqueletos de almas duras.

Entonces, se esconde detrás de los telones de la aurora mística,

deja una que otra astilla en mi entraña freudiana.

¡Me arrulla el aire de recuerdos parabrisas y comatosos!

Aleteando cava juicios acariciando los sepulcros, 

sepulcros que se refugian entre formas tontas y vibrantes,

intrusos quizás en cualquier lugar, mientras en el laberinto

celestial brota la canción con la suelta melena fuliginosa de la psicología.

¡Ah las últimas canciones densas de pensamientos audio- mudos!

Y me entretienen y me hacen disfrutar el mundo que gira al revés.

¡Oh la canción muerta y regicida del firmamento musical!,

Cual lunas que huelen a jocosa amargura,

buscando cuerpos en letras ya roídas por soledad universal.

El bostezo aprovecha la suavidad

El bostezo aprovecha la suavidad del odio

y la dureza del amor para asustar al claroscuro

en el desgaste derrochador del olvido y un

placer confuso pierde vuelo en la bestialidad

desnalgada del infinito.

¿Por dónde duerme su asombro hecho arcilla?

Ni los paralelos espinosos echan raíces

por el agua blanda del contratiempo profazador.

Ni las nubes ondulantes de los celestes gritos

llegan a recobrar amores ciegos en pleamar.

¡Oh acalorada quietud! Un continente de susurros

dentro de piedras oráticas fecundan mi apocalíptico

dolor, tan traicionero como seducido por lobos

alagartados en pantanos lamentosos.

Noción imaginaria de luna alucinante se compromete

a rezarme la vigorosidad de sus últimos días, contrafuerte

de una tentación que fue buscada en la plenitud

de su democracia virginal. ¿Y qué pasó después?

¿Era la nada en sus descalabros?

Pertrechos que se alisaron, cual corceles vanidosos en celo

permanente y se ilusionaron en ser una lluvia eléctrica de neón

en los tentáculos de la muerte para rechinar sus dientes

de alquitrán, para jactarse de su luz hecha penumbra bajo los

colochos brunos del tiempo.

La moneda imperiosa disfruta su epidermis de oro

La moneda imperiosa disfruta su epidermis de oro,

se auto-reconoce una luz en su colectividad filológica

en un instante en que la urna de cristal aparece viva.

Cuelga de su rectitud, su abellacada fijación a su propio yo:

mientras desvanece una mueca de un entusiasmo

embrolloso.

que levanta del barro a sus pies su esfuerzo fútil,

inverna en la modesta eternidad, la testarudez sofríe de

otoños el mundo,

vuelve el calor al miedo, hay oxígeno en penitencia

y el éter no restituye a la mímica

que encomienda su espíritu a la fiebre de las posesiones.

Todos y cada uno parecen embobados por la alegría suspicaz

que produce el vacío,

¿Acaso persiguen en su riqueza azurumbada

el elixir sempiterno de la vida de oro?

¿Qué nos deja un moderna moneda acaparadora de brillos?

Y de nuevo, el alma que nos mueva a oscurecer.

Una sed rebalsada en el viento terebrante

Un desdoblamiento más, repetiría el alba,

Un desdoblamiento más en las etéreas garras

de la soledad.

La moneda imperiosa, ese feroz derrumbe, aliado.

A la hora en que la fortaleza del ruido

A la hora en que la fortaleza del ruido

primaveral de la bancarrota se somete

como un nudo normativo por lengüetas

del mangoneo,

el maniquí regala textos rumorosos

mientras vive su morir en la oscuridad vestal,

del oscuro acaecer del tiempo que lo rodea.

En el mismo instante que el encontronazo de sol

y el encrespamiento de aguas raras se arrepienten

de su suerte, la música lloriquea como

un viento encopetado plañidero.

Un lobo zalamero del color de draconianos crepúsculos,

se consuela en la noche ofreciendo su fauces de letanías.

¿Qué locuacidad mamífera normativa lo aprueba rejuvenecer?

Oh, mañanas del bombillo

Oh, mañanas del bombillo.

Noviembre, grumoso

de otoño y hojarasca mustia el alma,

azaroso al beneplácito de la silueta del perfil,

que fantaseaba con las jaurías de horizonte.

Lo ególatra del tiempo y mecha aturdida del atardecer,

son las fastidiosas emociones de estar encandilando

al deleite y al lamento de néctar nuevo.

Oh, mañanas del bombillo, sintiente en máculas

y albures, amaestradas de sal, amaestradas de viñas.

Qué vacío este sentir y analizar si vacía el alma

de sonido, de viento y brújula, de fotones y mieses,

se reconforta en la histeria del manuscrito.

Qué vacío el abofeteo que da la soledad soberbia,

hacia la exaltada calistenia de los segundos.

Una ninfa dialogante se tragó el tiempo

Una ninfa dialogante se tragó el tiempo

encopetado de manías logarítmicas,

se tragó los más funestos entendimientos de

las nebulosas sagradas de una flor dudosa

y la eternidad multicolor que jugaba con el destello

de la ilusión, redactaban sus versos bufonescos

de tardes venenosas en galopantes misterios

del dolor amniótico.

Los mares eran una disculpa para obstaculizar

los problemas computacionales de brújulas carismáticas

que custodiaban un engendro óptico en sudorífica

comprensión.

Mientras tanto el párrafo interrogaba sus vanas confesiones,

congelaba secretamente la membrana de su imprudencia

donde debía caminar veinte kilómetros hacia al más allá,

espolvoreaban pedazos de crepúsculos cazando virgos

metapsíquicos, celestes que añoraban su valor inexplicado en rumor

hadado, y nada se lamentaba en esas constelaciones de alcanfor,

¡Oh dócil control de sospecha letal!

¿Qué ninfa dialogante rasca fracturado orgullo?

La fidelidad de un bullicio que come con sus manos torpes es

la cabellera taciturna de ella en requiebros de luna frígida astral.

Fragmentos de silencios nómadas sobre la mar

Fragmentos de silencios nómadas sobre la mar

lógica dormilona y emoción revesada de tiempo

incrustados en el idilio turbado de las hojas.

Envenena la malicia a la eternidad remendada,

apenas chispas de sollozos lamiéndose sonoramente.

Cálculos de una campana inútil ya en la permanencia,

ostentando por manuales orates de

cosquillas nacidas desde ayer,

como la lengüetada vesical de ave secular

en el hondo de átomos que admira y lo mastica.

Arroyos enyesados de sed en auxilio costilludo

vegetal sufriendo.

Humilde palanca que se turba alrededor de

la silueta solitaria de los ojos.

Asombro de tobillos círculos velámenes azotes.

Apaciguada perspectiva de la inusitada ocurrencia

que ahorca de la vipérea congoja cascaruda al cerebelo de los días.

En el hierro esquivo del caluroso peñasco

En el hierro esquivo del caluroso peñasco

batalla incesante la ingle orgullosa del estruendo,

como el acento del resplandor saturado

de la pupila viajera que en el orbe sin queja

va

retozando en su fugaz recorrido sobre el

alborotado viento descollante,

mientras tanto escucho una lágrima rebullir

que fragmenta

la bramadora celosía de la nada.

El giro amohinado se transforma

en la adolescencia de la colmena

y en el invierno de la versión masculina,

se aclimata al gris canalla de la bandera

crucificada por

su propia argumentación equinoccial,

¡Hay algo más!

su altura liberadora de las cosas crepita

en el espejo desdeñado de sus labios;

una aureola salta solitaria en el análisis lluvioso

del instante, traquetea de gozo entre la hojarasca.

Una paz abatida de humillaciones evoluciona

desde los antojos pectorales de la marea,

que se atragantó de peces y corales

hacia las orejas del empacho de la fatigosa lontananza.

Marchan los faroles musculosos

Marchan los faroles musculosos del mechón martirizado

sobre los mares agrios de sudores económicos,

agrandan los valores educados de desmayos inocentes.

Un cabello de burbuja ilusoria chorrea y revuelve

la tos artística de la materia con el beso llovido de dolor

en inviernos analíticos.

Andan, andan nidos del entendimiento sobre el chisme

maquinal de un espanto feliz a la mitad de la locura

cirrótica.

Anda el bien y el mal juntos de la mano, y

la taberna y los puñales del reloj sublimizan

hacia el albo gozo, las inflexiones grises de una mañana

patriota. Tranquea archivos el meme universal al otro lado

de la palanca espinosa inútil y la muñeca de la tranquilidad

celebra sus quince primaveras en la heroicidad del avatar.

El viento lampacea los dados temerosos del destino

en su casa de violetas tontas.

Andan leves los catafalcos amoquillados en monitores

parlanchines.

El pescuezo ladra y la agonía de la curva oscura sube

por las vértebras de la melancolía que entrelazan

la danza oceánica de la soledad roída contra la cintura

del árbol piadoso en su encuentro bilioso existencial.

El mazo es pillado por audiolibros guardando pixeles

dentro del bolsillo y el pixel es pixel aunque se apague

y se bloquee solo.

La mandolina otoñal del cielo

La mandolina otoñal del cielo se balancea entre la dulcedumbre

con denuedos pálidos que, repentinos, colman los recelos del mar,

y un baúl de angustia desvelada

empapa al traslúcido perfil con una tonada de triángulos derrotados.

En portentosa intemperie desvía entonces por la razón de lo peregrinado,

y casual ungido de luminosidad se amortecen las sombras abandonadas.

Se afana la acuartelada declamatoria en la plataforma estrafalaria de la

canilla y se diversifica cada noche en la puntualidad de lo que no se filosofa.

Tristemente gozoso es el volantín, pues se amarra muy temprano al mausoleo,

lo explora para el sueño.

Siesta del tiempo allanada

caldea con el alma de lo que no aconteció.

Sin ojeras ni parachoques salta el translúcido

sordo en la marejada por ilusionar.

Ingenuo sólo a su destino de ave sin risueños de auroras y miel

seduce en su propia estancia.

Por eso a nadie ruega porque no lo debilita.

Soles taciturnos de organigramas audaces

Soles taciturnos

de organigramas audaces abarquillan

magazines de tristezas, obligan

sensualidad al fauno maullador

comprimiendo designaciones privilegiadas,

desmoronando distancias resabiadas

cuando empañan los espejos empíricos

que cesan de escalonar sobre

resquebrajosas vocales que te extorsionan

y te fustigan y te hechizan y te halagan luego porque

yo he tenido un manantial milagroso dentro el alma

para salivar invicta frente a la aurora onírica del engaño

para diluir transacciones acéfalas combadas en el tiempo

para tornarme espectro arrastrando tu barca de obediencia

para empaparme en el hielo no avillanado del mundo

para escuchar dentelladas contritas sobre el perdón orgásmico

no para embadurnarse de castaños instantes

ni para diluir letras amaneradas en el regazo del silencio

tampoco el afán proyecta el fuego averrugado de la muerte

¿El oprobio que examina mi fe en vaguedades atrofiadas?

¡Ah eutanasia de la nada que asga la espada!

Sabia percusión de astro roto que se alimenta

del pan que finge su gloria…

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